Convivir
con la ansiedad
Facundo
ManesPARA LA
NACION
Miércoles 09
de marzo de 2016 • 00:47
Escena de la
vida cotidiana: amanece un día de semana cualquiera en la ciudad y en algún
lugar suena el despertador. Una persona se estira en la cama, intenta apagarlo,
mira la hora y piensa: "Uy, ya debería estar en la ducha. ¡Qué mal que
dormí! No pude dejar de pensar en el problema del trabajo. Encima me duele el
cuello. Tendría que ir al kinesiólogo, pero nunca tengo tiempo para nada.
Además, recién los chicos empezaron la escuela y tengo que estarles atrás.
Tendría que salir ahora mismo para el trabajo, porque ya volvió todo el mundo
de vacaciones y el tránsito es un caos. Se me cierra la garganta y me duele el
pecho. Ya quiero que sean las diez de la noche de una vez. El despertador sigue
sonando y por fin logra callarlo. Con mucho esfuerzo, corre la sábana y se pone
de pie.
Los cambios
en los estilos de vida impuestos por el devenir social hacen que cualquiera de
nosotros, con los más y los menos, podamos ser esta persona: responsabilidades,
obligaciones, estrés, ruido, apuro, etcétera nos atrapan y casi no dejan tiempo
para el placer y el ocio que hacen la vida un poco más apacible.
Muchos
sienten que determinadas sensaciones se instalan y se vuelve una fatalidad
convivir con ellas. Preocuparse demasiado por las cosas (no poder dejar de
pensar en un problema, aunque a todas luces no es tan importante), dificultades
de concentración, una sensación en el pecho en forma permanente, temor a perder
el control, miedo a morir o pensamientos negativos sobre uno mismo son algunos
de los síntomas cognitivos que podemos identificar ligados a la
"ansiedad". Lo que trae, a su vez, dolores de cabeza, respiración
agitada, molestias en el estómago, tensión muscular, palpitaciones, sudoración,
temblores, taquicardias o mareos que interfieren en nuestro bienestar.
"Pero,
¿qué es la ansiedad de la que todo el mundo habla? Es la más común de las
emociones básicas del ser humano"
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Pero, ¿qué
es la ansiedad de la que todo el mundo habla? Es la más común de las emociones
básicas del ser humano. Es un fenómeno que se da en todas las personas, que
bajo condiciones normales mejora el rendimiento y la adaptación al medio social
o laboral, ya que nos moviliza ante situaciones amenazantes y preocupantes para
que podamos afrontarlas adecuadamente. Se trata de una respuesta de nuestro
organismo ante algo que percibimos como peligroso. Por eso actúa como nuestro
sistema de alarma cuya función es detectar rápidamente una amenaza y
prepararnos para hacerle frente. Por ejemplo, nos ayuda a escapar si se
presenta alguna situación que nos ponga en peligro o a estudiar cuando estamos
por dar un examen.
Sin embargo,
cuando sobrepasa determinados límites, la ansiedad deja de ser adaptativa y se
convierte en un problema de salud que impide el bienestar e interfiere en
nuestras actividades sociales, laborales o intelectuales. Estar nervioso -o
ansioso- ante situaciones de tensión como exámenes, ir al médico o conocer los
resultados de una entrevista laboral es un mecanismo normal que tiene nuestra
mente para prepararnos frente a lo desconocido. Pero, en ciertas
circunstancias, la ansiedad, la preocupación o el miedo se presentan sin que
exista una causa que lo justifique. La Ansiedad Generalizada, el Trastorno de
Pánico y la Fobia Social son ejemplos muy frecuentes de trastornos ansiosos.
En algunos
casos las personas presentan una intensidad de la respuesta de ansiedad que
comienza a ser incómoda, llegando incluso a ser vivida como algo peligroso en
sí mismo. En otros casos aparecen, en repetidas ocasiones, síntomas de ansiedad
sin ninguna situación ni estímulo claro que los desencadenen y nuestro sistema
de alarma se activa fácilmente y no diferencia cuando estamos en peligro y
cuando no.
Los
problemas de ansiedad son varios, pero la preocupación excesiva e incontrolable
es la característica fundamental del Trastorno de Ansiedad Generalizada. En
estos casos la persona se preocupa excesivamente por numerosas cuestiones de su
vida cotidiana, lo que la hace permanecer en un estado de tensión permanente.
Esta tensión sostenida está asociada especialmente a contracturas, dolores de
cabeza, dolores físicos, mayor irritabilidad y problemas para dormir. Los
dolores más frecuentes asociados con este problema son el de cuello, hombros,
de espalda y de pecho.
Si tiene
síntomas de crisis de pánico, el dolor de pecho puede asociarse a
palpitaciones, dolor en las extremidades, sensación de entumecimiento del brazo
izquierdo, calambres, mareos, etcétera. De repente pueden sentir que se van a
morir, tienen sudoración en las manos, les falta el aire, se les nubla la
vista, les zumban los oídos. Muchas personas terminan en la guardia del hospital
porque creen que tendrán un problema cardíaco y, al revisarlos, les informan
que no tienen nada (esto a veces les provoca mayor incertidumbre y nervios,
porque siguen creyendo que "tienen algo" que aún no le encontraron).
El dolor de estómago también es de los más característicos y se debe a que
nuestro cerebro prepara al organismo para dirigir la energía a aquellas partes
del cuerpo imprescindibles para luchar y/o huir de algún peligro, afectando así
al proceso digestivo.
Según
diferentes estudios se calcula que un poco más del 20% de la población padece
-o padecerá- problemas relacionados con la ansiedad con una importancia
suficiente como para requerir tratamiento. Algunos de estos trastornos empiezan
tempranamente, como las Fobias y el Trastorno Obsesivo Compulsivo o la Ansiedad
Social. Normalmente, cuando una persona con trastornos de ansiedad busca
tratamiento es porque lo ha sufrido por más de una década. La mejoría
espontánea (sin consulta ni tratamiento profesional), si bien es posible, es improbable.
"Ya se
me va a pasar"o "Con voluntad y tranquilidad pasa" son
pensamientos frecuentes que tienen ante dicho trastorno. Querer que los
síntomas desaparezcan no es suficiente. Pedir ayuda es una excelente opción
para combatirla y poder vivir mejor. Hoy existen tratamientos eficaces para
mejorar la calidad de vida de hombres y mujeres que sufren de ansiedad
patológica. Se aconseja en muchos casos que su tratamiento esté acompañado de
la adquisición de hábitos saludables, como el ejercicio aeróbico regular, que
colaboren con el bienestar.
La escena de
la vida cotidiana del comienzo sigue así: la persona por fin se duchó y,
mientras repasa las novedades en su computadora, lee esta nota. Lo que
transcurre después depende de cómo la vayamos viviendo.
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