La neurociencia explica que el 99 por ciento de lo que hacemos está dominado por las emociones. Las emociones nos hacen actuar, y es la razón la que saca las conclusiones o las justifica. Es decir, las decisiones que tomamos en nuestra vida son emocionales e irracionales; incluso las más importantes como nacer, comenzar a hablar o morir, no las pensamos.
Entonces, en contra de lo que se creía desde tiempos remotos, somos personas emocionales que aprendimos a pensar, y no al revés. Esta revolucionaria forma de entendernos genera un gran cambio de perspectiva en la educación, la comunicación y el liderazgo. Entonces, si tenemos mejor dominadas nuestras emociones, ¿actuaremos mejor?
De esto precisamente habla el psiquiatra brasileño Augusto Cury en su libro Mentes brillantes, mentes entrenadas. Según Cury, "todos queremos tener una mente saludable, plena de placer, libre, segura, con capacidad de resiliencia y creativa, pero con frecuencia la dejamos suelta, sin control.
Mentes tímidas, agitadas, ansiosas, inmaduras, pesimistas, atemorizadas, fluctuantes y depresivas son consecuencia de la falta de entrenamiento, gestión y protección". Por eso asegura que a nuestra mente hay que dirigirla y para ello propone "pensar antes de reaccionar, ponerse en lugar de los otros y aprender a distribuir elogios tres veces más de lo que criticamos".
Para Fros Campelo, el asunto es que en el escenario moderno, muchas veces nuestras emociones se tornan disfuncionales, es decir, se desvirtúa su propósito y esto no nos beneficia en absoluto. Si bien es común que huyamos al ver una aterradora serpiente, no es bueno entrar en pánico al caminar al aire libre en un parque.
Existes muchas otras maneras efectivas de dominar nuestra mente y no dejar envejecer el cerebro. La creatividad es una de ella, pensar algo nuevo cada día, combinar cuestiones que ya conocemos pero de una manera distinta, estimularse con novedades y desafíos. Está comprobado que muchas de estas acciones retrasan los síntomas de enfermedades mentales como el Alzheimer.
En su libro Atrapa al pez dorado, David Lynch, director de exitosas películas como El hombre elefante y Mulholland Dr., y la serie de culto Twin Peaks, relata cómo la mejor herramienta que encontró para dominar sus emociones y lograr el éxito fue la meditación trascendental. Para el genial cineasta, las ideas son como peces, "si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas. Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en las profundidades, donde los peces son más poderosos y puros. Yo busco un tipo particular de pez importante para mí, uno que pueda traducirse al cine. Pero allá abajo nadan toda clase de peces. Hay peces para los negocios, peces para el deporte. Hay peces para todo. Cuanto más se expande la conciencia, más se profundiza hacia dicha fuente y mayor es el pez que puede pescarse".
¿Cuál es el secreto entonces de esta técnica tan simple y disponible para todos? Según Lynch, para alcanzar la verdadera profundidad de conciencia, primero hay que limpiar el Empire State de cada uno. ¿Cómo? "Imagínense que ustedes son el famoso rascacielos de New York. Tienen cientos y cientos de habitaciones llenas de todo tipo de cosas inútiles, polvorientas e irritantes. Entonces entran en un elevador que los lleva abajo. Abajo, a la profundidad de la conciencia. Se activan diminutos robots de limpieza que vacían todos los rincones y grietas del rascacielos. Usted se hace más limpio, al fin libre de obstáculos, las superficies de sus habitaciones comienzan a brillar de nuevo con una claridad sorprendente".
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