11 de octubre de 2015

Ayudar y ayudarnos para ser felices

Hacer cosas por los demás.

La generosidad está unida al centro de recompensa de nuestro cerebro, de manera que ofrecer a los demás nuestra ayuda, tiempo o energía también aumenta nuestro propio bienestar, ya se trate de familiares, amigos, compañeros o extraños. Las investigaciones han demostrado que ayudar a los demás aumenta la felicidad y la satisfacción en la vida, proporciona una sensación de significado, aumenta los sentimientos de competencia, mejora el estado de ánimo y reduce el estrés. Así mismo, nos ayuda a conectar con los demás y a satisfacer nuestra necesidad básica de relacionarnos con los demás.

Además, ser amables y preocuparnos por los demás parece ser contagioso, ya que cuando vemos a alguien ser amable o cuando los demás son amables con nosotros, tenemos más probabilidades de serlo también con los demás

Relacionarse con los demás

Las personas que tienen sólidas y variadas relaciones con otras personas son más felices, más sanas y viven más. Las relaciones cercanas con los demás dan sentido a nuestras vidas, nos aportan amor y apoyo y aumentan nuestra autoestima. La relación con un grupo amplio nos aporta también una sensación de pertenencia. Pero lo más importante no es tener muchas relaciones, sino tener relaciones de calidad, que nos hagan sentir bien y nos ayuden a experimentar emociones positivas, sentirnos comprendidos y apoyados y compartir experiencias y actividades que enriquezcan nuestras vidas.

Aprender cosas nuevas

El aprendizaje de cosas nuevas aumenta nuestra felicidad porque nos expone a ideas nuevas, nos mantiene ocupados y absortos en algo que nos interesa, y aumenta nuestra sensación de competencia y logro y nuestra autoestima. Aprender algo nuevo no necesariamente implica ir a clase o hacer un cursillo. Puedes aprender por tu cuenta, unirte a algún club, practicar algún deporte, etc.

Tener metas y objetivos

que alcanzar nos hace sentir bien acerca del futuro. Las metas deben ser realistas y alcanzables, con cierto grado de dificultad para motivarnos pero no tan complicadas como para resultar imposibles. Las metas aportan una sensación de dirección a nuestras vidas y, al alcanzarlas, nos dan una sensación de logro y éxito, nos ayudan a hacer realidad nuestros sueños y mejorar nuestras vidas y nos aportan una sensación de significado y propósito.

Resiliencia

Tarde o temprano, a todos nos llegan las malas rachas: el estrés, las pérdidas importantes, los fracasos, los golpes de la vida… A menudo, no podemos evitar que suceda, pero sí podemos intentar decidir cómo vamos a actuar ante esos reveses. La resiliencia hace referencia a la capacidad para afrontar la adversidad y superarla sin dejar que nos hunda o nos dañe.

La resiliencia es algo que se puede aprender y un modo de hacerlo consiste en cambiar nuestro modo de pensar acerca de la adversidad y nuestro modo de relacionarnos con ella:

Emociones positivas
Las emociones positivas, como la gratitud, la alegría, la inspiración, etc., cuando se experimentan de manera habitual, nos ayudan no solo a sentirnos mejor sino también a tener más recursos. Sin dejar de ser realistas, podemos optar por centrarnos en los aspectos positivos de una situación.

Las emociones positivas nos ayudan a ampliar nuestras percepciones, a ver más de lo que hay a nuestro alrededor, responder mejor ante las exigencias de la vida, ser más creativos, afrontar mejor las dificultades, interesarnos por aprender cosas nuevas y estar más abiertos ante las nuevas ideas. Así mismo, nos ayuda a sentirnos más cerca de los demás y confiar más en ellos, lo que mejora nuestras relaciones con otras personas

“El miedo cierra nuestras mentes y nuestros corazones, mientras que las emociones positivas abren literalmente nuestras mentes y nuestros corazones. Realmente cambian nuestra forma de pensar y nuestra bioquímica”, (Dra. Barbara Fredrickson, Universidad de Carolina del Norte)

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