19 de octubre de 2015

El hombre mediocre José Ingenieros

Palabras simples y exactas de una mente clara y brillante que sólo vivió 49 años.

El gran pensador y escritor José Ingenieros escribió en uno de sus más famosos libros "El hombre mediocre", leído en la década del 40 y 50 del siglo pasado, una exacta descripción de lo que nos rodea.

Del libro: "El Hombre Mediocre" de José Ingenieros

"Cada cierto tiempo el equilibrio social se rompe a favor de la mediocridad

El ambiente se torna refractario a todo afán de perfección, los ideales se debilitan y la dignidad se ausenta; los hombres acomodaticios tienen su primavera florida.

Los gobernantes no crean ese estado de cosas; lo representan.

El mediocre ignora el justo medio, nunca hace un juicio sobre si, desconoce la autocrítica, está condenado a permanecer en su módico refugio.

El mediocre rechaza el diálogo, no se atreve a confrontar, con el que piensa distinto. Es fundamentalmente inseguro y busca excusas que siempre se apoyan en la descalificación del otro

Carece de coraje para expresar o debatir públicamente sus ideas, propósitos y proyectos. Se comunica mediante el monólogo y el aplauso.

Esta actitud lo encierra en la convicción que él posee la verdad, la luz, y su adversario el error, la oscuridad.

Los que piensan y actúan así integran una comunidad enferma y más grave aún, la dirigen, o pretenden hacerlo

El mediocre no logra liberarse de sus resentimientos, viejísimo problema que siempre desnaturaliza a la Justicia.

No soporta las formas, las confunde con formalidades, por lo cual desconoce la cortesía, que es una forma de respeto por los demás.

Se siente libre de culpa y serena su conciencia si disposiciones legales lo liberan de las sanciones por las faltas que cometió

La impunidad lo tranquiliza.

Siempre hay mediocres, son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia.

Cuando se reemplaza lo cualitativo por lo conveniente, el rebelde es igual al lacayo, porque los valores se acomodan a las circunstancias.

Hay más presencias personales que proyectos.

La declinación de la "educación" y su confusión con "enseñanza" permiten una sociedad sin ideales y sin cultura, lo que facilita la existencia de políticos ignorantes y rapaces."

José Ingenieros:
Su verdadero nombre era Giuseppe INGEGNIERI.
Nació en Italia en 1877.
Vino con sus padres de muy pequeño a la Argentina.
Estudió en el Nacional Buenos Aires. Luego se recibió de Médico.
Fue escritor, filósofo y sociólogo. Participó en política.
Falleció en Buenos Aires a los 49 años, en 1925

18 de octubre de 2015

Sí , que envejecemos

Sí que envejecemos. Tener conciencia de que el tiempo pasa, reflexionar sobre la temporalidad humana es una de las cuestiones que más puede aportar sobre el sentido de la vida

Así como existen características propias de los distintos momentos de la niñez, así como la adolescencia y la mediana edad tienen sus desafíos y sus aspectos específicos, así también la vejez los tiene.
Nunca como en la vejez el hombre tiene tanto vivido, un pasado que puede reconocer como propio, que encierra tan distintos momentos, tantas vivencias diferentes. Nunca como en la vejez tiene tantos puntos de referencia para re-elaborar y revisar su vida. Nunca como antes puede hacerlo en forma tan generosa y solidaria.
Ha pasado por el lugar de hijo-a, de hermano-a, de padre o de madre, de amigo-a, de tío-a, está ya en el lugar de abuelo-a. Me refiero a lugares simbólicos. No necesitamos ser padres biológicos para ejercer la función de darle al otro contención y cuidado, de enseñarle normas de convivencia, de acompañarlo en el descubrimiento de ¨lo bueno¨, de contribuir a que¨ internalice la ley¨, como dirían los psicoanalistas. Estos lugares simbólicos tienen efectos en los comportamientos, son eficaces en las relaciones. Si ejercidos, producen un descubrimiento, una satisfacción, una nueva dimensión de nuestro ser personal. Tenemos entonces algo que podríamos llamar, aunque suene rimbombante: ¨un incremento de nuestro ser personal¨. Tal vez esto pueda significar envejecer. Ya no va a prevalecer lo que hicieron con nosotros, las injusticias que otros cometieron, sino lo que yo puedo hacer al interpretar la realidad de otra manera. Entonces como decía una autobiografía de Gabriel García Marquez: ¨La vida que viviste no es la que viviste sino cómo la recuerdas para contarla¨ Y contarla, agregaría aquí, es vivirla, hacerla fructífera en las relaciones con otros.
Este incremento del ser está en estrecha relación con lo (PNIE) psico-neuro-inmuno- endocrinológico, término muy usado últimamente porque trae la posibilidad de pensar conjuntamente las mutuas influencias entre lo hormonal (endócrino), nuestro sistema de defensas (inmunológico), las redes neuronales (neurológico), la conciencia, de orden psicológico y espìritual y los comportamientos.
Si hay hoy una novedad en neurociencias es que todo nuestro ser PNIE se transforma por influencia de ciertos estímulos. Los afectos, las emociones intensas, los encuentros significativos entre las personas, producen cambios en el sistema de defensas y en la producción de hormonas y el ¨cerebro cambia¨ según sean los estímulos. Los avances tecnológicos con neuro imágenes permiten afirmar que nuevas neuronas aparecen en el cerebro aún en edades muy avanzadas. No sólo que axones y dendritas en ciertas redes neuronales se vean re-estructuradas, sino que aparecen nuevos cuerpos neuronales.
Esta afirmación es de por sí estimulante y propiciatoria ya que nos dice del potencial humano, de su capacidad transformadora. Nos plantea también la pregunta de cuáles son esos estímulos que favorecen transformaciones positivas que nos alejan de la enfermedad. ¿De qué naturaleza son? ¿Cómo puedo producirlos en mi vida? ¿Qué lugar le doy al otro para que se produzcan?
El envejecimiento poblacional va en aumento en las sociedades modernas. Es un fenómeno que trae dificultades específicas. Para abordarlas las tenemos que reconocer y aportar a su solución de manera conjunta desde distintas disciplinas. Tal vez también esté trayendo nuevas formas de pensar los problemas y de valorar la vida. Tal vez nos mueva a una salida del individualismo, a una nueva reflexión sobre nuestra condición de ¨sujetos¨, de estar necesitados del cuidado del otro, de ser ¨completados por el otro¨.. y no sólo en el inicio de la vida, sino hacia el final.
Carmen de Grado, Lic. en Psicología, Especialista y Magister en Psicogerontología, Docente en la Universidad Maimónides en la Escuela de Ciencias del Envejecimiento

Contra el fanatismo

Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano en vez de dejarles ser

El fanático es una criatura de lo más generosa. El fanático es un gran altruista. A menudo, está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error, de fumar. Liberarte de tu fe o de tu carencia de fe
Quiere mejorar tus hábitos alimenticios, lograr que dejes de beber o de votar. El fanático se desvive por uno. Echar los brazos al cuello o lanzarse a la yugular es casi el mismo gesto. De una forma u otra, el fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí mismo en absoluto.
El señor Bin Laden y la gente de su calaña no sólo odian a Occidente. No es tan sencillo. Más bien creo que quieren salvar nuestras almas, quieren liberarnos de nuestros aciagos valores: del materialismo, del pluralismo, de la democracia, de la libertad de opinión, de la liberación femenina... Todo esto, según los fundamentalistas islámicos, es muy pero que muy perjudicial para la salud
Con toda seguridad, la meta inmediata de Bin Laden no era Estados Unidos. Su meta inmediata era convertir a los musulmanes pragmáticos, moderados, en auténticos creyentes, en su tipo de musulmanes. El islam estaba debilitado por los “valores norteamericanos”. Pero para defender el islam no sólo hay que golpear a Occidente y golpearlo fuerte. No. Al final, hay que convertir a Occidente. Sólo prevalecerá la paz cuando el mundo se haya convertido no ya al islam, sino a la variedad más rígida, feroz y fundamentalista del islam. Será por nuestro bien. Bin Laden nos ama esencialmente. El 11 de septiembre fue un acto de amor. Lo hizo por nuestro bien, quiere cambiarnos, quiere redimirnos
No. Es una batalla entre fanáticos que creen que el fin, cualquier fin, justifica los medios. Se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos. La actual crisis del mundo, en Oriente Próximo, o en Israel/Palestina, no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo

Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia. El 11 de septiembre no es consecuencia de la bondad o la maldad de Estados Unidos, ni tiene que ver con que el capitalismo sea peligroso o flagrante. Ni siquiera con si es oportuno o no frenar la globalización. Tiene que ver con la típica reivindicación fanática: si pienso que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que lo rodea.
El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo.
Desgraciadamente, el fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal, por llamarlo de alguna manera. La gente que ha volado clínicas donde se practicaba el aborto en Estados Unidos, los que queman sinagogas y mezquitas en Alemania, sólo se diferencian de Bin Laden en la magnitud pero no en la naturaleza de sus crímenes. Y sin tomarse lo que voy a decir al pie de la letra, me atrevería a asegurar que, al menos en principio, creo haber inventado la medicina contra el fanatismo. El sentido del humor es un gran remedio. Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor.
AMOS OZ

Nacido Amos Klausner, es un escritor, novelista y periodista israelí, considerado como uno de los más importantes escritores contemporáneos en hebreo

11 de octubre de 2015

Ayudar y ayudarnos para ser felices

Hacer cosas por los demás.

La generosidad está unida al centro de recompensa de nuestro cerebro, de manera que ofrecer a los demás nuestra ayuda, tiempo o energía también aumenta nuestro propio bienestar, ya se trate de familiares, amigos, compañeros o extraños. Las investigaciones han demostrado que ayudar a los demás aumenta la felicidad y la satisfacción en la vida, proporciona una sensación de significado, aumenta los sentimientos de competencia, mejora el estado de ánimo y reduce el estrés. Así mismo, nos ayuda a conectar con los demás y a satisfacer nuestra necesidad básica de relacionarnos con los demás.

Además, ser amables y preocuparnos por los demás parece ser contagioso, ya que cuando vemos a alguien ser amable o cuando los demás son amables con nosotros, tenemos más probabilidades de serlo también con los demás

Relacionarse con los demás

Las personas que tienen sólidas y variadas relaciones con otras personas son más felices, más sanas y viven más. Las relaciones cercanas con los demás dan sentido a nuestras vidas, nos aportan amor y apoyo y aumentan nuestra autoestima. La relación con un grupo amplio nos aporta también una sensación de pertenencia. Pero lo más importante no es tener muchas relaciones, sino tener relaciones de calidad, que nos hagan sentir bien y nos ayuden a experimentar emociones positivas, sentirnos comprendidos y apoyados y compartir experiencias y actividades que enriquezcan nuestras vidas.

Aprender cosas nuevas

El aprendizaje de cosas nuevas aumenta nuestra felicidad porque nos expone a ideas nuevas, nos mantiene ocupados y absortos en algo que nos interesa, y aumenta nuestra sensación de competencia y logro y nuestra autoestima. Aprender algo nuevo no necesariamente implica ir a clase o hacer un cursillo. Puedes aprender por tu cuenta, unirte a algún club, practicar algún deporte, etc.

Tener metas y objetivos

que alcanzar nos hace sentir bien acerca del futuro. Las metas deben ser realistas y alcanzables, con cierto grado de dificultad para motivarnos pero no tan complicadas como para resultar imposibles. Las metas aportan una sensación de dirección a nuestras vidas y, al alcanzarlas, nos dan una sensación de logro y éxito, nos ayudan a hacer realidad nuestros sueños y mejorar nuestras vidas y nos aportan una sensación de significado y propósito.

Resiliencia

Tarde o temprano, a todos nos llegan las malas rachas: el estrés, las pérdidas importantes, los fracasos, los golpes de la vida… A menudo, no podemos evitar que suceda, pero sí podemos intentar decidir cómo vamos a actuar ante esos reveses. La resiliencia hace referencia a la capacidad para afrontar la adversidad y superarla sin dejar que nos hunda o nos dañe.

La resiliencia es algo que se puede aprender y un modo de hacerlo consiste en cambiar nuestro modo de pensar acerca de la adversidad y nuestro modo de relacionarnos con ella:

Emociones positivas
Las emociones positivas, como la gratitud, la alegría, la inspiración, etc., cuando se experimentan de manera habitual, nos ayudan no solo a sentirnos mejor sino también a tener más recursos. Sin dejar de ser realistas, podemos optar por centrarnos en los aspectos positivos de una situación.

Las emociones positivas nos ayudan a ampliar nuestras percepciones, a ver más de lo que hay a nuestro alrededor, responder mejor ante las exigencias de la vida, ser más creativos, afrontar mejor las dificultades, interesarnos por aprender cosas nuevas y estar más abiertos ante las nuevas ideas. Así mismo, nos ayuda a sentirnos más cerca de los demás y confiar más en ellos, lo que mejora nuestras relaciones con otras personas

“El miedo cierra nuestras mentes y nuestros corazones, mientras que las emociones positivas abren literalmente nuestras mentes y nuestros corazones. Realmente cambian nuestra forma de pensar y nuestra bioquímica”, (Dra. Barbara Fredrickson, Universidad de Carolina del Norte)

8 de octubre de 2015

Libros: El caballero de la armadura oxidada de Robert Fisher

Que, por muy sociables que seamos, tenemos la tendencia de evadir los momentos que nos obligan a estar a solas con la persona a quien más desconocemos: nosotros mismos.

Me pareció una lectura muy fresca y amena, que permite involucrarse con las aventuras del desventurado caballero que permitió que su mundo se viera opacado por el brillo de su reluciente armadura, sin darse cuenta que era precisamente esa armadura la que lo mantenía aislado de las cosas verdaderamente importantes, como lo eran su familia, sus amigos, el mundo en general

En la primera parte vemos que el caballero es una persona con muy buenas intenciones, al menos aparentemente, que todo el tiempo está intentando de realizar actos heroicos, para su propia satisfacción y para que todas las personas que lo rodean tengan siempre una imagen de él como alguien de gran corazón y de nobles ideales. A tal grado llega su afán por causar esta buena impresión que olvida y deja de lado la importancia del contacto con su familia, su esposa y su hijo y en general con todo el mundo que existía afuera de su armadura.

En muchas ocasiones a todos nos pasa algo similar, estamos tan inmersos en nuestra propia "coraza" de vanidad, egoísmo o autocompasión, que creemos saber lo que las demás personas piensan de nosotros; nos refugiamos adentro de nosotros mismos para evitar vernos como realmente somos y evadimos enfrentar nuestra realidad ya que posiblemente no sea la que quisiéramos. Posiblemente a cada uno de nosotros, como al caballero, haya alguien que trate de hacer ver nuestro error, pero casi siempre ignoramos esto y seguimos ciegos a la verdad.

Como el caballero, todos debemos emprender una travesía a través de nuestro interior, por medio de la cual tratamos de encontrar los medios para desprendernos de este bloqueo y la fuerza para enfrentarnos a nuestros fantasmas y monstruos interiores, para conocerlos y de esta forma vencerlos y superarnos a nosotros mismos.

Lo primero es reconocer que se necesita ayuda y buscarla; debemos estar conscientes de que no siempre somos capaces de hacer todo solos, por nuestros propios medios ya que al fin de al cabo somos esencialmente seres sociales que vivimos inmersos en un mundo de personas, por lo que podemos encontrar a alguien que nos guíe y acompañe a lo largo del camino que nos lleva a nuestro auto descubrimiento. Debemos procurar que la persona que nos sirva de guía sea alguien con la suficiente sabiduría y madurez para que realmente nos ayude a seguir el camino correcto y no nos desvíe de nuestro objetivo primordial: conocernos a profundidad.

Sin embargo, el hecho de tener a alguien con la suficiente grandeza para ser nuestro guía, no implica que no haya seres pequeños a quienes también necesitemos; tal es el caso de los niños, quienes constantemente nos recuerdan todo aquello que hemos olvidado acerca de la sencillez, la honestidad, la inocencia. Estas figuras están representadas en el libro por la paloma y la ardilla; ellas demuestran que no hay nadie tan grande que no pueda requerir la ayuda y orientación de otros, así como que no hay nadie tan pequeño que no pueda sernos útil

En un momento de la lectura, el mago Merlín le pregunta al caballero qué haría si logra salir del bosque, a lo que éste responde que volvería a casa con su esposa e hijo; sin embargo Merlín le increpa: "¿Cómo podrías cuidar de ellos si ni siquiera podéis cuidar de vos mismo?" Esto no podría ser más cierto ya que nadie puede dar lo que no tiene; si no nos conocemos a nosotros mismos no podemos pretender que conocemos a alguien más; si no nos amamos a nosotros mismos no podemos pretender amar a nadie más; si no sabemos cuidar de nosotros mismos no sabremos cuidar de nadie más.

Atravesar el Sendero de la Verdad implica enfrentarnos a nuestro yo interior y aprender a aceptar y conocer lo que nos hace diferente de los demás; es necesario llegar al convencimiento que lo importante no es lo que los demás piensen de mi, sino lo que yo sé con certeza que soy, y de qué soy capaz. Cuando se logra desprenderse de las ataduras de la vanidad y la costumbre de pretender que todos nos amen y nos admiren, es cuando se llega al real conocimiento de uno mismo, de sus defectos y virtudes

En el Castillo del Silencio aprendemos que tenemos la tendencia a rodearnos de ruido (charlas sin sentido, alardes de nuestros triunfos, chismes, etc.) y esto lo hacemos para evitar que nos envuelva el silencio que nos obliga a aprender a escuchar, escuchar verdaderamente a los demás y sobre todo a nuestro propio ser interior, que normalmente es a quien más tememos. Pero únicamente si vencemos nuestros temores y nos permitimos un tiempo para reflexionar sobre las cosas que han pasado y todo lo que hemos hecho y dicho, si nos permitimos tener una comunicación clara y sincera con nosotros mismos, podremos entonces someter a nuestros fantasmas interiores y enfrentar la vida con más honestidad.

Hay un libro de Richard Bach (el autor de "Juan Salvador Gaviota") llamado "Ilusiones" que a mi criterio es prácticamente una guía de vida; en este libro se habla del conocimiento en una forma que siempre me ha dado mucho en que pensar, hay una frase en lo particular que me parece que engloba la forma como los seres humanos manejamos el conocimiento, dice: "Aprender es recordar lo que sabes; Actuar es demostrar que lo sabes; Enseñar es recordar a los demás que saben tanto como tú. Todos somos Aprendices, Ejecutores y Maestros". Para mí esto es una gran verdad, todos sabemos todo, es cuestión de no temer a ese conocimiento y vivir en función de él. En el Castillo del Conocimiento el caballero aprende entre otras cosas que si es capaz de identificar su propio valor como persona, no necesitará de probar nada a los demás ni a sí mismo ya que podrá aceptar y valorar lo que tiene interna y externamente.

Diariamente nos enfrentamos a decisiones grandes y pequeñas, cosas simples y complejas que en algún momento pueden hasta cambiar nuestras vidas; sin embargo lo importante es afrontar cada situación con valor y voluntad, ser lo suficientemente aventureros y osados para no temer explorar territorios que hasta ahora nos han sido desconocidos.

Los seres humanos tendemos a acomodarnos a las situaciones que nos son familiares y por este motivo dejamos de experimentar muchas cosas que desconocemos, por temor. Sin embargo no se puede vivir encerrándose en una burbuja de cristal para evitar que algo nos pueda hacer daño, es necesario enfrentar los temores y sobreponerse de las derrotas para lograr aprender algo de cada experiencia

Esto queda ejemplificado en el Castillo de La Voluntad y La Osadía, donde el caballero debe vencer al dragón del Miedo y la Duda para lograr por fin alcanzar su meta: salir de su armadura. Cuando yo tenía 6 años me fracturé el brazo derecho, en ese entonces estaba aprendiendo a escribir y recuerdo que me costaba mucho hacerlo por el yeso en mi brazo, sin embargo mi médico me dijo algo que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida, dijo: "si no puedes una vez, prueba de nuevo y si nuevamente no lo logras, vuélvelo a intentar, una y otra vez hasta que puedas hacerlo"

Así funciona el enfrentar nuestros temores, posiblemente no tengamos éxito desde un principio pero si seguimos intentándolo, con cada esfuerzo estaremos cada vez más cerca de lograrlo; pero si ni siquiera hacemos la lucha, vamos a pasar toda nuestra vida preguntándonos cómo hubieran sido las cosas si al menos hubiéramos hecho el esfuerzo. Bien dicen que no hay peor lucha que la que no se hace. Dice el libro que si se intenta, si se hace el esfuerzo, al menos se tiene la posibilidad de vencer los obstáculos, sin embargo si no se hace nada es totalmente seguro que los problemas seguirán allí y cada vez serán mayores; al enfrentar al miedo y la duda nos damos cuenta que realmente el dragón no era tan grande como lo pensábamos.

Cada duda, cada incertidumbre, cada temor, son como piedras en nuestro equipaje diario, sólo cuando logramos deshacernos de esto podemos realmente sentirnos liberados y ser auténticos, ante los demás y sobre todo ante nosotros mismos.

6 de octubre de 2015

La mente va al gimnasio

La neurociencia explica que el 99 por ciento de lo que hacemos está dominado por las emociones. Las emociones nos hacen actuar, y es la razón la que saca las conclusiones o las justifica. Es decir, las decisiones que tomamos en nuestra vida son emocionales e irracionales; incluso las más importantes como nacer, comenzar a hablar o morir, no las pensamos.

Entonces, en contra de lo que se creía desde tiempos remotos, somos personas emocionales que aprendimos a pensar, y no al revés. Esta revolucionaria forma de entendernos genera un gran cambio de perspectiva en la educación, la comunicación y el liderazgo. Entonces, si tenemos mejor dominadas nuestras emociones, ¿actuaremos mejor?

De esto precisamente habla el psiquiatra brasileño Augusto Cury en su libro Mentes brillantes, mentes entrenadas. Según Cury, "todos queremos tener una mente saludable, plena de placer, libre, segura, con capacidad de resiliencia y creativa, pero con frecuencia la dejamos suelta, sin control.

Mentes tímidas, agitadas, ansiosas, inmaduras, pesimistas, atemorizadas, fluctuantes y depresivas son consecuencia de la falta de entrenamiento, gestión y protección". Por eso asegura que a nuestra mente hay que dirigirla y para ello propone "pensar antes de reaccionar, ponerse en lugar de los otros y aprender a distribuir elogios tres veces más de lo que criticamos".

Para Fros Campelo, el asunto es que en el escenario moderno, muchas veces nuestras emociones se tornan disfuncionales, es decir, se desvirtúa su propósito y esto no nos beneficia en absoluto. Si bien es común que huyamos al ver una aterradora serpiente, no es bueno entrar en pánico al caminar al aire libre en un parque.

Existes muchas otras maneras efectivas de dominar nuestra mente y no dejar envejecer el cerebro. La creatividad es una de ella, pensar algo nuevo cada día, combinar cuestiones que ya conocemos pero de una manera distinta, estimularse con novedades y desafíos. Está comprobado que muchas de estas acciones retrasan los síntomas de enfermedades mentales como el Alzheimer.

En su libro Atrapa al pez dorado, David Lynch, director de exitosas películas como El hombre elefante y Mulholland Dr., y la serie de culto Twin Peaks, relata cómo la mejor herramienta que encontró para dominar sus emociones y lograr el éxito fue la meditación trascendental. Para el genial cineasta, las ideas son como peces, "si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas. Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en las profundidades, donde los peces son más poderosos y puros. Yo busco un tipo particular de pez importante para mí, uno que pueda traducirse al cine. Pero allá abajo nadan toda clase de peces. Hay peces para los negocios, peces para el deporte. Hay peces para todo. Cuanto más se expande la conciencia, más se profundiza hacia dicha fuente y mayor es el pez que puede pescarse".

¿Cuál es el secreto entonces de esta técnica tan simple y disponible para todos? Según Lynch, para alcanzar la verdadera profundidad de conciencia, primero hay que limpiar el Empire State de cada uno. ¿Cómo? "Imagínense que ustedes son el famoso rascacielos de New York. Tienen cientos y cientos de habitaciones llenas de todo tipo de cosas inútiles, polvorientas e irritantes. Entonces entran en un elevador que los lleva abajo. Abajo, a la profundidad de la conciencia. Se activan diminutos robots de limpieza que vacían todos los rincones y grietas del rascacielos. Usted se hace más limpio, al fin libre de obstáculos, las superficies de sus habitaciones comienzan a brillar de nuevo con una claridad sorprendente".

El cerebro está de moda

La neurociencia estudia cómo funciona y se produce nuestro comportamiento. La composición biológica y el funcionamiento están ligados a la medicina; pero la forma en que reaccionamos, cómo tomamos nuestras decisiones, qué sensaciones y gustos tenemos o por qué nos enamoramos, siempre fueron cuestiones que intentó responder la psicología, la filosofía, la antropología, la religión o incluso el arte.

Ya lo adelantó Jonah Lehrer, uno de los científicos jóvenes más brillantes de los Estados Unidos, en su libro Proust y la neurociencia, al sostener que los científicos están despejando un camino que la literatura, la música y la pintura ya exploraron. No solamente Proust habló con precisión de la memoria, sino que Cézanne entendió como nadie los vectores y escenarios visuales del cerebro, y Virginia Woolf incursionó en el enigma de la conciencia y la autopercepción. Lo que une a estos artistas es que todos insinuaron diversos aspectos del funcionamiento de la mente; y en la actualidad, la neurociencia no hace sino confirmar las profundas intuiciones de todos ellos y acercarlas a la gente

Lo cierto es que esta nueva herramienta que intenta responder preguntas vitales y los "misterios" humanos desde la ciencia dejó atrás la estructura académica y salió a la calle con todas sus fuerzas. En la última década, la neurociencia nos enseñó más sobre el cerebro que toda la historia de la humanidad, por eso está en boca de todos y el término se sumó a otras disciplinas, como el neuromarketing, la neuroeducación o la neuromoda (cómo reacciona el cerebro ante la moda), que si bien son juegos de palabras, lo que marcan es que todo parte de nuestro cerebro.

Pero ¿cuál es la razón de este brutal éxito? Lo mismo de siempre: la necesidad de comprendernos a nosotros mismos para poder vivir mejor.

Vivir plenamente

Facundo Manes es muy claro al respecto en su libro Usar el cerebro, conocer nuestra mente para vivir mejor: "Cuando uno más comprende sobre sí mismo, más va a saber atenderse y cuidarse, es decir, vivir plenamente". Y este amplio conocimiento, desde cómo tomamos decisiones, qué nos pasa con el dinero o cómo surge la conciencia, se encuentra en nuestro cerebro. "Si nos hicieran un trasplante de riñón o de pulmón, seguiríamos siendo nosotros mismos. Pero si nos cambiaran el cerebro, nos convertiríamos en personas distintas", dice el neurólogo argentino. También asegura que "es un mito que se ama con el corazón. Será una linda metáfora, pero no es real. El origen de nuestros sentimientos y emociones está en nuestro cerebro".

En esto coincide Federico Fros Campelo, autor de La ciencia de las emociones, cuando asegura que asumir que el corazón es responsable de las emociones es un cliché promovido por filósofos como Descartes y Pascal, que pensaban que la emoción se opone a la razón, o que el corazón tiene razones

Razones que la razón no entiende. Muy lejos de estos principios, hoy debemos entender que en nuestra mente está la clave y que para mejorar nuestra vida —como nadie duda que sucede con el cuerpo— hay que entrenarla.