18 de junio de 2021

Baby Boomers

 

Baby Boomers: la última generación argentina de la cultura del trabajo que se resiste al descanso

Pese a estar jubilados, los nacidos entre 1945 y 1964 no conciben la idea de retirarse y el 28% sigue en la actividad laboral. ¿Qué los motiva?
18.5.2021
Natalia Lesyk – A24

La generación de los Baby Boomers es conocida por haber nacido entre 1945 y 1964. Pero el anclaje fáctico del tiempo no los detuvo. Supieron adaptarse a los cambios que se avecinaban y hoy son flamantes jubilados, abuelos en muchos casos. Pero lo que nunca perdieron fue el Rock and Roll en la sangre y, por ello, 2 millones de argentinos todavía siguen en actividad y no pueden imaginarse disfrutando la vida sin la idea del “trabajo”.

El defensor de la tercera edad, Eugenio Semino, definió para A24.com el concepto de Baby Boomers como “un fenómeno de reacción natalicio al período de posguerra, como una forma de defender la especie”.

Es más, la traducción de la denominación es “el aluvión de bebés”. Incluso, vaticinó: “No dudo que tras la pandemia del coronavirus, también se vuelva a vivir una manifestación igual”.

Pero los que fueron una generación emblemática de la historia de la humanidad, hoy ya son adultos mayores. Para más sorpresa del lector, en el mundo de la música hay un sinfín de personajes que pertenecen a este grupo de la tercera edad y aún siguen tan –o más- vigentes como antaño. Aunque es difícil que el imaginario colectivo los pueda conjugar a ellos, “los superstars”, como abuelos devotos, canosos y con bastón.

Por ejemplo, la estadounidense Madonna (58 años), su compatriota Axl Rose (59 años), el irlandés Bono (60 años), el británico Sting (69 años) o el líder de la banda metalera Kiss, Paul Stanley (69 años) son Baby Boomers.

La lista continúa, por nombrar algunos que ya son septuagenarios, con Phil Collins (70 años), Brian May (73 años) y David Gilmour (75 años), entre otros.

Lo cierto es que no es lo mismo ser un rocker jubilado en Europa o Estados Unidos que en la Argentina. De hecho, los jugadores locales –y sin ser celebridades- cuentan con una idiosincrasia propia que los caracteriza como la última generación de “la cultura del trabajo”.

De los 7.6 millones de nacidos en esta época en nuestro país, el 28% cuenta con un empleo formal, ingresos promedio de $30.000 y se encuentran financiados –aportes jubilatorios, pensiones, beneficios sociales, entre otros- en algunos casos hasta el doble de sus sueldos: alrededor de $62.000, según una investigación de Equifax, compañía especializada en Big Data.

Para conocer más sobre cómo seguir en la actividad laboral, pese a estar jubilados, aquí los requisitos y trámites.

Un mano a mano con la experiencia

Carlos Radice tiene 66 años, es un ferviente amante de los “fierros” y si son clásicos, mejor. Pero este cariño por el metal no se dio sólo con los autos: fue un referente periodístico del detrás de bambalinas de la televisión argentina, donde trabajó en los principales canales nacionales.

Siempre activo, nunca quieto. Y un caballero –cómo los de antes- con una sonrisa siempre en el rostro, que cedía sillas o el paso a sus compañeras. En 2019, previo a la pandemia, decidió retirarse. Había sido un año duro porque su gran corazón le hizo una mala jugada y tuvo que tomar consciencia: dejar el cigarrillo, alimentarse sano y hacer ejercicio. Pero lo que más le costó fue empezar a descansar de lo que es el estrés laboral.

“Al principio lo viví con incertidumbre”, contó a A24.com. Pero la vorágine del contexto no le dio tiempo. Llegó una cuarentena extrema que lo obligó a quedarse en casa y, como el sosiego no es su mejor arma, arrancó a estudiar diseño en 3D.

“Lo hice para mantener la cabeza ocupada y estar entretenido. Empecé con diseños para los nietos y luego cosas más complejas que logré comercializar”, detalló. Y aclaró: “Descansar se puede, pero con la mente en algo”. Luego, continuó con su mejor consejo: “Hay que vivir el día a día y disfrutar”.

Radiografía de 100% actitud

Más allá de pregonar por los derechos de adultos mayores, Semino, entre risas, se confiesa un caso vivencial de Baby boomer y explica que no es casual la aprensión al retiro porque “más allá de ser una generación de gran volumen, les tocó la revolución industrial tecnológica en serie, en un contexto mundial de reconstrucción y un capitalismo de pleno empleo. Por eso el concepto laboral está tan arraigado en sus venas. Incluso, el status laboral fue y -aún es- muy importante para ellos ligados a ‘ser productivos’”, analizó.

Por su parte, la referente previsional de A24, Clara Salguero, precisó que “hay dos factores que los mueve a seguir trabajando, una vez ya jubilados: la estabilidad o recupero económico que se pierden desde el ingreso laboral al haber jubilatorio, y que es lo que más incide. El segundo, y en menor medida, seguir ocupando roles que los hagan sentir activos, actualizados, participantes de todo lo que tiene que ver con su entorno y contexto”.

Para el gerontólogo Diego Bernardini, “lo que los caracteriza es la diversidad, porque es imposible encontrar dos personas mayores e iguales. Con lo cual, cada día vivido es construcción en diversidad. Por ello, conlleva el desafío de construir políticas para esta nueva longevidad”.

Bernardini aclaró a A24.com que este grupo no se ancla en el indicador duro de la edad para vivir la vida. “Supieron elegir vivir con sus múltiples transiciones, y una de ellas es ‘¿qué hago una vez que me jubile?’”

Respecto a las motivaciones, el especialista remarcó: “Hay varias razones. La primera es histórica –de principios del siglo XX-, cuando se impusieron los topes etarios jubilatorios, entre los 62 y 67 años. La gente apenas vivía un poco más de esa edad. Los trabajos eran manuales y muy fuertes físicamente”.

“Hoy pasaron más 100 años, la actividad laboral se hizo menos física, más cognitiva y se valora la experiencia. Además, en nuestro país, las personas después de los 65 años pueden llegar a vivir entre 25 y 30 años más. Al mismo tiempo, los avances sanitarios hicieron que se alcance la edad jubilatoria con plenitud y buena calidad de vida”, señaló.

En números

En la Argentina, 9 de cada 10 personas recibe una pensión que les asegura un ingreso, aunque no esté reconocido como tal, en términos económicos, para vivir pleno.

Asimismo, en el relevamiento de Equifax se observó que del universo de 2 millones de Baby boomers que trabajan, el 43,7% está jubilado. Mientras, el 27,7% tiene una situación de empleo no declarada; el 17% trabaja por su cuenta; el 11% en relación de dependencia y el 0,6% está desempleado o es beneficiario de algún plan social.

Entre los rubros donde mayor desarrollo tiene esta generación se encuentran la industria manufacturera (19%); administración pública, defensa y seguridad social obligatoria (10,9%), y comercio al por mayor y al por menor, reparación de vehículos automotores y motocicletas (10.2%).

A diferencia de otros fenómenos generacionales, sería la única donde la distribución de género tiene como principal grupo a las mujeres frente a los hombres: el 51% son mujeres; el 49% hombres. Respecto a sus edades, 4 millones tienen entre 56 y 64 años y 3.5 millones están en el grupo de entre 65 y 74 años.

Jubilados que se resisten a la jubilación

Supieron ir de la mano de la revolución industrial con el fordismo, crecieron escuchando la radio y cuando llegaron a la adultez descubrieron la televisión. Pero la edad no los limitó y se adaptaron rápidamente –al llegar a la tercera edad- a los cambios tecnológicos del uso intensivo de los smartphones y las computadoras.

En ese aspecto, Clara Salguero señala: “Es un mito que no se involucran tecnológicamente o desde la bancarización. Todo eso es parte del avance que han tenido las personas adultas mayores y se han afirmado como referentes de generaciones más jóvenes”.

También, tienen presente valores como la familia, el cuidado del cuerpo con una alimentación saludable y suelen orientarse a rutinas de meditación. Incluso, son conscientes de la relación del ser humano con el medioambiente. Pero no siempre fueron así: tuvieron sus momentos de juventud con abuso del tabaco, el devenir de la comida industrializada, las drogas y las ideas de un mundo libre.

Para Bernardini, “el problema de nuestra sociedad es vincular el envejecimiento con enfermedad. A lo largo de la vida hay pérdidas y ganancias. Pero la creatividad, la posibilidad de las relaciones, movilizar recursos como conseguir dinero, aprender, entre otras, ocurren a lo largo de la vida. En general, la comprensión del mundo que nos rodea y la capacidad de tomar decisiones acertadas aumenta con la edad”.

“Socialmente, la jubilación tiene otra connotación que cuando te jubilás de la vida y no del trabajo, y en realidad no es así. Lo que los jubilados de hoy nos demuestran es que se jubilan de lo que no les gusta, permaneciendo en el mercado laboral en cosas que les interesan y les permitan aportar a la sociedad, seguir activos y desterrar la invisibilidad de la jubilación”, agrega.

Por su parte, Semino coincide en la mirada: “Hay una distorsión social de que el envejecimiento es sinónimo de vejez. Hay un temor al envejecimiento, a la idea de que ‘los viejos somos el espejo de lo que viene’ y es por una falta de elaboración de proyectos. Por ello la resistencia, tratando de seguir integrados a partir de la producción y por preservar un lugar reconocido por la sociedad”.

Continúo en su análisis: “Lo que falta es interpretar que pueden ser convertidos en productores de riqueza amén del hecho subjetivo de la edad”. En esa línea, Semino resume: “Los viejos sólo somos jóvenes arrepentidos”.

https://www.a24.com/previsional/baby-boomers-la-ultima-generacion-argentina-la-cultura-del-trabajo-que-se-resiste-al-descanso-n826750

Depresión invernal

 

PSICOLOGÍA

Depresión invernal: Qué es y cómo saber si el frío afecta tu mente

A medida que se acerca el invierno, muchos se sienten deprimidos, cansados e incluso inútiles. ¿Tiene algo que ver el frío? Descúbrelo.

Por URGENTE24

Invierno

Para muchas personas, el invierno es sinónimo de depresión. Les cuesta levantarse en las mañanas a oscuras, se acuestan antes y les entristece los días más cortos. El reloj biológico, naturalmente, se ve afectado y puede provocar la popular 'depresión invernal' o 'tristeza de invierno', un trastorno al que deberíamos prestarle seriamente atención.

La 'depresión invernal' oficialmente es conocida como Trastorno Afectivo Estacional (TAE), un tipo de depresión relacionado con los marcados cambios estacionales, bien sea otoño-invierno, primavera-verano.

Pero, ¿Por qué las personas se deprimen en invierno? "La luz solar es clave para nuestro estado de ánimo", dijo Aarohee Desai-Gupta, del Colegio Real de Psiquiatras del Reino Unido, a BBC Mundo

Y explicó: "Entre más largo el período de luz, mayor el sentimiento de bienestar general. Tenemos más energía, nos sentimos más activos, más creativos y felices".

Así que en invierno (cuando hay poca luz) ocurre todo lo contrario.

A mí realmente me gustaría poder disfrutar del invierno pero no puedo porque tengo los pies helados todo el día y el frío transmite tristeza

— Belén (@beluagustina20) June 16, 2021

 

Síntomas del Trastorno Afectivo Estacional

Por lo general, la 'depresión invernal' comienza a aparecer a fines de otoño e inicio del invierno. Las siguientes preguntas nos pueden ayudar a saber si el frío y la poca luz está afectando nuestras emociones:

  • ¿Tiene exceso de sueño?
  • ¿Ha percibido cambios en el apetito, en especial, compulsión por alimentos ricos en hidratos de carbono?
  • ¿Ha tenido un aumento de peso?
  • ¿Siente cansancio o falta de energía?

Además, las personas con Trastorno Afectivo Emocional pueden presentar los siguientes síntomas, según Clínica de Mayo:

  • Sentirse deprimido gran parte del día, casi todos los días
  • Perder el interés en actividades que alguna vez disfrutó
  • Tener poca energía
  • Tener dificultades para conciliar el sueño
  • Sufrir cambios en su peso o apetito
  • Sentirse perezoso o inquieto
  • Tener dificultad para concentrarse
  • Sentirse desesperanzado, inútil o tener sentimientos de culpa
  • Tener pensamientos recurrentes de muerte o suicidio

Algunos pacientes también pueden experimentar dolor muscular y ataques de pánico.

 

¿Cómo tratar el Trastorno Afectivo Estacional?

Si bien, es normal que -por la alteración de nuestro reloj biológico- nos sintamos tristes durante el invierno, es importante consultar al médico si los patrones de sueño cambiaron, al igual que el apetito, o cuando nada nos motiva a realizar las actividades diarias.

Una manera efectiva de tratar este trastorno es con la terapia de luz.

En estos casos, se coloca una caja de luz junto a la cama y al lado de lámparas de luz natural, que se encienden cada mañana para ayudar a paciente a despertarse gradualmente y enfrentar el día. Algunos lugares públicos también aplican esta técnica, como esta cafetería en Estocolmo, Suecia, donde el invierno parece interminable...

 

Las imperfecciones del cerebro

 

  
 U24


NEUROCIENCIA

Las imperfecciones del cerebro: ¿Por qué nos sabotea?

Algunos le llaman al cerebro la máquina perfecta, pero no es tan así...

Por URGENTE24

Cerebro

El cerebro controla. El cerebro dirige. Es como un gerente, y los gerentes también se equivocan. Y es que, aunque muchos consideran a este órgano (que centraliza la actividad del sistema nervioso) como una máquina perfecta, hay algunos datos interesantes que podrían echar por el suelo esta creencia, de hecho la "imperfección" del cerebro es la que hace que el 'gerente' ubicado en nuestra cabeza, nos sabotee algunas (o muchas) veces.

El neurocientífico británico, Dean Burnett, autor del libro "El cerebro idiota", derriba cualquier imagen idealizada que tengamos del cerebro.

 "Puede que sea el lugar donde habita la conciencia y que sea asimismo el motor que impulsa toda la experiencia humana, pero, pese a tan venerables funciones, su desorden y su desorganización no conocen límites", explicó a BBC Mundo.

Para el especialista el cerebro "es víctima de su propio éxito" y nos sabotea, esto se debe a varias razones, enumeraremos 10:

 

Neocórtex vs. cerebro reptiliano

1. "En el mismo cerebro tenemos lo que es complejo (neocórtex) y lo que es esencial (cerebro reptiliano) y eso provoca que muchas de las cosas complicadas que hacemos, desencadenen reacciones primitivas que están en un nivel mucho más básico".

2. "El neocórtex es flexible y receptivo; el cerebro reptiliano es un animal de costumbres fijas y no es nada dado a cambiarlas. Todos hemos conocido a personas que piensan que saben más porque son mayores o porque llevan más años haciendo una misma cosa".

 

El cerebro, las decisiones incorrectas y los dulces

3. El cerebro (a veces) interviene y no toma la decisión correcta. Es como un gerente que decide que se va a involucrar en cada proyecto de la empresa, aunque no sepa lo que está haciendo, pero él es el jefe (...) Queremos y necesitamos desesperadamente dormir, pero no hemos finalizado la serie de Netflix o no hemos terminado de revisar el celular y seguimos.

4. "El sabor dulce de los postres es una recompensa tangible que el cerebro reconoce y desea, así que no admite que el estómago le diga en ese momento 'aquí ya no queda hueco para nada'".

 

La imaginación y los resultados negativos

5. "El cerebro humano moderno está constantemente imaginando escenarios, así navegamos el mundo: si voy por allá ¿Qué pasará? ¿Y si más bien voy por aquí? Muchos de esos escenarios son inútiles e involucran resultados negativos".

6. "Lo que el cerebro reconoce como negativo, desencadena el mecanismo de detección de amenazas, lo que nos provoca estrés y ansiedad(...) En cierta forma, el cerebro asume constantemente el rol de su peor enemigo al intentar anticipar todo, al tratar de anticipar cosas malas".

7. "Cuando no se dedican a supervisar (y, a menudo, a perturbar) el funcionamiento de los procesos fundamentales que necesitamos para mantenernos con vida, nuestros cerebros conscientes son excepcionalmente buenos imaginando fuentes potenciales de daño para nosotros".

 

Las fobias y las marañas de recuerdos

8. Cuando experimentamos con cosas a las que les tenemos miedo, independientemente del motivo, el cerebro aprende la lección equivocada (...) El cerebro recuerda que se desencadenó una respuesta del miedo enorme, que hubo una reacción física y, por ende, debo tenerle miedo a los ratones (por ejemplo) porque desatan todo eso.

9. "Los recuerdos recuperados por el cerebro son comparables a veces con una bola de pelo expectorada por un gato: en ambos casos, se trata del producto de un alarmante proceso de enmarañamiento interno".

10. "Algunas veces, en la ruta hacia el recuerdo correcto, se produce una desviación o se termina en el lugar equivocado, y puede ser difícil de cambiar. Por ejemplo: ¿Cómo es que se llama este actor? El cerebro dice: "yo ya había hecho esa tarea, no le quiero dedicar más tiempo, estoy ocupado con otras cosas". Y se produce el bloqueo".

4 de junio de 2021

Lo atamos con alambre

 

Argentina, la república en el alambre

19 millones de personas en la pobreza muestran la fragilidad de un país que improvisa demasiado

Una mujer pasa delante de un local cerrado por la crisis económica en Buenos Aires, en junio de 2020.
Una mujer pasa delante de un local cerrado por la crisis económica en Buenos Aires, en junio de 2020.RONCORONI / EFE

El alambre es el gran recurso argentino. Si una silla se rompe, la atamos con alambre. ¿Problemas con la cisterna? Ponemos un alambre. Techos, señales de tráfico, puertas, carteles o motores funcionan gracias a quien tuvo la ocurrencia de poner ahí un alambre. “Atar con alambre” es una metáfora muy argentina. Quiere decir “salir del paso sin mucho esfuerzo”. La bendición del ingenio criollo. También su maldición. “Atar con alambre” se resume en una palabra más contundente: chapuza.

La combinación de una pandemia con casi 80.000 muertos, hasta ahora, vacunación lenta y acusaciones de corrupción o inoperancia, pérdida de imagen del Gobierno por sus idas y sus vueltas, desempleo creciente, alta inflación, fábricas a medio gas, inmensas deudas públicas y privadas y 3 millones de nuevos pobres en el último trimestre, según datos de la Universidad Católica Argentina (UCA), muestra los límites de la improvisación en la que tantas veces vive Argentina, sea cual sea el gobierno.

Cambios recurrentes de normas, de impuestos, de políticas, de organización, de condiciones o, simplemente, de alambre. Hasta el propio Presidente de la República respondía, durante una entrevista, con toda una declaración a la pregunta de por qué no había plan económico: “Los odio. Nunca se cumplen”.

Una larga cola de 19 millones de pobres multiplicados a lo largo de décadas representa hoy un 42% de la población argentina, según el Instituto de Estadística y Censos (INDEC). Todo un golpe al elevado ego nacional. La lupa convierte el porcentaje del INDEC en tragedia: en el cinturón de ciudades que rodean la capital, el llamado conurbano, la mitad o más de los vecinos es pobre, una cantidad que puede llegar a 5 millones de personas. De cada 10 niños, 6 o 7 viven en la pobreza. Junto a ellos, la clase media camina también por un delgado alambre: el 75% de las familias está endeudado, según los datos del Banco Central.

Hay perdedores de los perdedores, los que ya no tienen ni un alambre para sujetarse. Como los 25 vecinos de Anfama, una aldea de montaña en Tucumán, que caminaron 12 horas por el lodo y bajo la lluvia para trasladar a Flora Balderrama, 80 años, paralizada por la picadura de un alacrán. Podía haber ido un helicóptero sanitario, pero no estaba en servicio. Podía haber ido una ambulancia, pero el camino era inaccesible. En una zona boscosa, húmeda y montañosa, nada estaba preparado para la inclemencia del tiempo.

Decidieron armar una camilla con ramas, envolvieron a Flora en mantas y la ataron para que no caiga. Caminaron durante 40 km hasta encontrar, por fin, la ambulancia. Eso sí, en Argentina no hay final feliz: no había enfermeros ni médicos. Solo un chófer. “¿Por qué nunca hay un plan para asistirnos si nos pasa algo?” se preguntaba exhausto uno de los aldeanos. “En Anfama no hay médico más que una o dos veces por mes. La escuela tiene wifi, pero queda apagado parte del día. Para comunicarse hay que llamar a una base por radio y de ahí a un teléfono”, cuenta Mariana Romero, una periodista que narró en directo la travesía.

“La decadencia de los últimos 50 años en nuestro país es autoinfligida. No supimos lograr estabilidad institucional, con partidos políticos fuertes y consolidados, ni un modelo de desarrollo consensuado”, reflexiona Alfonso Prat-Gay, ministro de Economía en el anterior gobierno de Mauricio Macri. “Nuestro PBI per cápita ahora es el mismo que el de 1970”, remata.

El 60% de la población piensa que la economía, su economía, irá a peor en los próximos meses y que no hay plan para el futuro, según una encuesta de mayo hecha por la consultora Management&Fit. En un estudio de la UADE (Universidad Argentina de la Empresa), entre las diez primeras palabras para definir el estado de ánimo, sólo dos eran positivas: optimismo o tranquilidad. El resto iba de mal en peor: desde mal humor a ansiedad, pasando por el decaimiento, la tristeza y mucha, mucha incertidumbre.

“Nos quedamos anclados en el ensoñación de lo que fuimos”, dice Fabio Quetglas, diputado de la oposición y economista especializado en desarrollo. “No logramos pensar a largo plazo y el resultado es un país que no tiene un plan para desarrollarse y gestionar con inteligencia sus recursos”. “Argentina lleva más de 40 años sin entender el mundo que nos rodea. Después de la crisis de 1929, se recuperó en dos o tres años, antes que Estados Unidos. Había un plan. La Pampa fue el motor del desarrollo y se integró al mundo. Había tecnología, normas de propiedad, genetistas para mejorar el ganado y una élite que había tocado fondo, que necesitó adaptarse. Duró décadas pero quebró con la crisis del petróleo en 1975”, explica Quetglas.

En ese año aproximadamente llegó el señor Ávalos a Buenos Aires. Uno de los miles de niños que emigraban desde el norte hacia la ciudad de las promesas. Con su madre, encontró unos metros cuadrados de tierra, hicieron un techo y empezaron a dar vueltas por la vida porteña: a veces un empleo, a veces no. A veces un poco de carne, a veces arroz. Un día mejor, otro día peor. La vida de Ávalos nunca fue mucho mejor que eso. Precaria. En esa precariedad nació hace 34 años su hijo, Mariano. En 1987, antesala de la hiperinflación más grande de la historia argentina, al final del Gobierno de Raúl Alfonsín. Jugaba a la pelota en los años noventa, cuando el ex presidente, Carlos Menem, anunciaba que un peso era un dólar, presentaba un sistema para viajar a la estratósfera liderado por Argentina y crecían rápido las riquezas en cada esquina.

A Mariano Ávalos nunca le tocó ni una pepita de aquella fiebre. Por no tocarle, ni siquiera le tocaba salir de excursión al Museo de Ciencias Naturales, porque no tenía ni DNI. En su barrio, en la villa de la Cava, no necesitaba documento, un peso era un peso y la única riqueza que se veía eran las camionetas de los propietarios de talleres textiles clandestinos. Cuando ya le tocaba buscar trabajo y seguir estudiando, le cayó encima la crisis del 2001 a los 14 años. Vio en la televisión cinco presidentes en una semana. Su padre sin trabajo, él y sus ocho hermanos, sin esperanzas. La vida iba en bajada.

Pero Argentina, tanto como se hunde se recupera. Así fueron los primeros años del nuevo siglo, con cuentas equilibradas y un boom de soja entre desde 2003. Parecía que las cosas mejoraban: logró documentarse, estudiar gastronomía y emplearse en una Municipalidad. Ahora subía.Y tanto como se recupera se hunde. Un nuevo golpe económico, entre 2015 y 2018, empobreció más a Mariano. Estaba entrenado para sobrevivir y siguió adelante. Hasta que llegó la pandemia en 2020. Entonces, sintió el golpe como un derechazo a cámara lenta. Se quedó sin trabajo, su vida se ha detenido. “Ya no tengo sueños”, dice Mariano. “Quiero trabajar de lo que sea, ordenarme la vida”.

“La economía Argentina rebota después de cada crisis pero ese sube y baja deja siempre la pobreza un escalón más arriba que en el inicio del ciclo anterior”, explica Prat-Gay. “Esa inercia decadente se quiebra sólo con un Programa de Desarrollo que transforme el rebote ocasional en crecimiento genuino y que destierre para siempre el estancamiento y la volatilidad”.

Argentina ha pasado por inflaciones, endeudamientos, hiperinflaciones, corralito, más inflaciones y quiebras. Cuanto está a punto de caer al precipicio aparece un viento favorable que la salva. Nada se arregla verdaderamente, pero la rueda sigue rodando.

“Es como el jugador en una ruleta. Tras una mala noche pierde sus ahorros, vende el coche y se sube a un taxi, borracho, pensando cuándo lo echarán su mujer y sus hijos de casa, pero entonces… encuentra una billetera olvidada. Dinero fresco! Logra ocultar el desastre a su familia, vuelve a jugar y vuelve a arruinarse, a la espera de encontrarse con otro milagro”, cuenta Fabio Quetglas.

Juan Mamani se siente perdedor en este casino. Hombre, 38 años, se manifiesta en el Obelisco, el centro simbólico del país, por no tener trabajo. “Hasta 2019 fui empleado 10 años en una empresa tabacalera. Nos echaron a mí y a 200 compañeros más. En mi pueblo, esa fábrica era la vida. Tuve que venir a Buenos Aires para encontrar otro trabajo. Yo tenía planes en mi pueblo. Pero en Argentina no podés planear nada”, explica Mamani. “Ni una noche mirando la televisión porque donde vivo te cortan la luz siempre”.

Florencio Varela, donde vive Juan, a unos 25 km del centro de Buenos Aires y 120 minutos en transporte público. Es uno de los distritos más pobres del país. 70% de los menores vive en la pobreza. Las ambulancias no llegan si te enfermas, la policía tampoco llega si te roban. Calles de barro. Barrio de ranchos. “Ni siquiera hay cloacas”, aclara Mamani.

En Argentina, un tercio de la población carece de cloacas, un tercio padece inseguridad alimentaria, un 12% no tiene agua corriente, un 24% vive entre basurales, según el Informe Deudas sociales en Argentina, de la Universidad Católica Argentina (UCA) que lleva décadas midiendo la pobreza. “Nos hemos acostumbrado a que un 40% de la población viva en la pobreza sin que esto despierte indignación. Es el reflejo de la incapacidad de la clase dirigente de nuestro país para encontrar un desarrollo económico inclusivo y sustentable”, dice Prat-Gay.

“Tenemos un estado tan ineficaz que transforma miles de millones de pesos formales del presupuesto público (un 75% va a gastos sociales) en dinero negro. Primero, en efectivo que sacan de los cajeros quienes reciben ayudas. Y luego usando ese dinero ennegrecido en los comercios del barrio. Todo un estímulo a la precariedad y a la pobreza”, dice Jorge Alvarez de IADEPP, una ONG enfocada en argentinos indocumentados. Según un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), la evasión de IVA va de entre 3.000 a 4.000 millones de USD. La economía en negro es el gran territorio en el que se mueven casi 20 millones de argentinos

“No vas a arreglar la pobreza haciendo que las personas usen su tarjeta, pero al menos es un camino para salir de la informalidad y de la pobreza”, dice Gabriel Bizama, consultor de Naciones Unidas sobre inclusión financiera. “Podría permitir que haya acceso al crédito para mejorar una casa o armar un negocio. En Argentina no hay crédito o las tasas son altísimas”. El diagnóstico suele estar claro en este país. El problema es cómo se hacen las cosas. Consume horas de debates y discusiones desde hace décadas. De esas tertulias sobre qué hacer con este país había muchas en el Café La Puerto Rico.

En su salón de techos infinitos y columnas de mármol hasta hace poco escuchabas eso tan porteño sobre “lo que pudimos ser y al final no fuimos”. Se fundó hace 100 años, cuando Argentina era una de las potencias del planeta. En sus ventanales se refleja un país distinto. La ciudad esplendorosa se ha llenado de familias en portales, niños malnutridos y adolescentes arrastrando carretas llenas de cartón. El Café cerró sus puertas por la pandemia de la covid. Sus reliquias deben estar a la venta, como un viejo poster publicitario que colgaba de sus paredes: “A los campeones argentinos”, conmemoración del Mundial 78. El póster hoy se remata a 5,9 dólares en Mercado Libre, el Amazon latinoamericano