27 de julio de 2021

La soledad no deseada y las caidas

 

La soledad no deseada y las caídas

Abordamos, en esta nota, la relación entre dos situaciones que afectan a los adultos mayores. Vivir la soledad como un problema, ¿puede afectar a la salud? ¿Cómo sostener la motivación y evitar la inmovilidad?

Por el equipo editorial de Aprender Salud y el Comité de Educación de Pacientes y Familiares.


Mucho se realiza para prevenir las caídas en los mayores de 65 años. Por las graves consecuencias que puede acarrear (lesiones, fracturas), es un tema de gran importancia para la salud. Y el Hospital lleva adelante múltiples propuestas educativas como talleres, charlas, contenidos en diversos formatos, actividades en parques y plazas. 


Pero las caídas nunca se deben a una sola razón, sino que suelen suceder por la suma de varios factores: el calzado viejo, la vereda rota, la alfombra en el piso, la falta de luz, la pérdida de fuerza muscular y la falta de propiocepción, entre otras. Hoy proponemos reflexionar sobre la soledad: ¿de qué manera puede asociarse con las caídas? 


Lo conversamos con la Lic. María Elena Moresco, experta del Servicio de Kinesiología. Marilén, como la llaman cariñosamente sus pacientes, trabaja este tema a diario -tanto en el gimnasio como en la internación junto a médicos y enfermeros- a la vez que dicta un taller mensual dirigido a la comunidad. Compartimos sus perspectivas en esta nota especial.


Las patas del cuidado y la importancia de los vínculos

“Cuando pensamos en la salud de una persona mayor, la entendemos como una mesa que se apoya en cuatro patas: la física, la psicológica, otra que es cognitiva y la restante, que es social. Habitualmente, los profesionales de la salud trabajamos las tres primeras y del resto se ocupan la familia, los amigos”, comienza destacando. Pero ¿qué sucede cuando el entorno social se ve afectado? Nos los grafica con un ejemplo.

“Vemos que el paciente que pierde motivación, siente tristeza. Y esto puede llevar a la depresión”.


“Una señora de 70 años, muy joven, vive en un tercer piso por escalera. Es viuda con dos hijas en Europa y su única familia es una sobrina que vive lejos. Se operó una rodilla, después la otra y ya no sube ni baja la escalera. Yo sé que si las hijas estuvieran con ella no le permitirían vivir así. En esta situación, como profesionales tenemos un límite. Lo que hice es pedirle el mail de las dos hijas y quiero escribirles a ellas para decirles que nada de lo que hagamos tiene sentido porque está presa en su casa, no se está moviendo. ¿Qué sentido tiene trabajar el músculo, el cuádriceps, si no se mueve? Si hace pedidos de mercadería por teléfono y le tira la llave al repartidor... Hacer esto a los setenta implica vivir -quizás- veinte años de esta forma...”


¿Quién se ocupa de los vínculos? Ante este panorama surgió una pregunta: ¿Puede la institución de salud -le corresponde- abordar un tema que no es del orden de lo físico, lo cognitivo o lo psicológico? “Yo creo que sí, porque estamos planteándole al paciente que tiene que tener una red social de contención. Porque si la mesa pierde una pata, las demás se van a desestabilizar. Es decir, buscando la red social estamos apuntalando a la red psicológica, por lo tanto a la cognitiva y seguramente a la física”, explica.


Perder la motivación, una bola de nieve

Le preguntamos acerca de cómo ella identifica a quienes comienzan a entrar en una situación de soledad no deseada: “Puede ser una persona que, cuando viene al gimnasio, está desmotivada, le da igual que sea lunes, jueves o domingo. Se pone cualquier ropa -total nadie me espera- y modifica su rutina: empieza a disminuir sus salidas a pasear, se desorganiza el sueño (duerme más a la mañana, se saltea o atrasa la siesta, se acuesta tarde). Es como una bola de nieve que comienza a rodar por la montaña”, explica.


Evitando caer en la inmovilidad. Estos cambios se pueden presentar de a poco, casi de forma imperceptible para la persona. ¿Qué sucede cuando se extienden en el tiempo? “Cuanto menos tenés para hacer, menos hacés. Se empiezan a quedar cada vez más en la casa, encerrados, comienzan a juntar todos los quehaceres para un solo día. Por ejemplo, el miércoles voy al médico, de paso hago las compras, consigo el regalo para mi nieto y ya está, esa es mi salida de la semana”, detalla.

 “Todas las semanas, en internación, tenemos pacientes que están solos y no viene nadie para acompañarlos a caminar hasta el baño, para llamar a la enfermera, para darles de comer”.


“Entonces, el resto del tiempo me voy quedando sin nada que hacer y sin ningún motor, ninguna motivación. Esta inmovilidad va a llevar a un aumento de la debilidad y a una disminución en el equilibrio consecuente de coordinación y destrezas necesarias para moverse con seguridad y evitar las caídas”, completa.

 

Rutinas, salidas: ¿por qué son importantes? 


Los músculos. Con 24 horas de inmovilidad, de reposo, está comprobado que el cuádriceps -que es el músculo más potente del cuerpo- ya comienza a tener deterioro de la fibra en cualquier persona: “uno se pasa todo un día en la cama y, cuando se levanta, se siente todo flojo. En los adultos mayores de 60 años esto se acentúa, puede llevar a una pérdida de equilibrio”, explica la Lic. Moresco.


Las comidas. Dejar de salir conlleva riesgos desde lo nutricional ya que al no equipar la heladera y perder las ganas de cocinar uno termina comiendo cualquier galletita que encuentre. Y no estará incorporando las necesarias proteínas y vitaminas para mantener  fuertes los músculos.


Los remedios. “Quien pierde su rutina suele descuidar también la medicación, la empieza a tomar fuera de hora porque se olvidó o se despertó más tarde. Y -como imagina que no pasa nada- se vuelve costumbre desordenar las indicaciones médicas, algo que puede tener consecuencias en el tratamiento”, completa.


¿Cómo organizarse para recuperar la motivación?

Exploramos junto a Marilén algunas ideas que pueden ayudar a pensar como fortalecer y sostener los vínculos y así evitar la soledad no deseada. Las transcribimos con su particular estilo.


Los abuelos que convocan. “Todas la abuelas y abuelos tienen el deber moral de convocar a las familias una vez cada 15 días, porque los nietos tienen este vínculo de primos gracias a los abuelos que convocan. La persona grande, el cacique de la familia es el que aglutina, la unidad familiar casi que depende del abuelo.”


Animarse a dar el primer paso. Superando el famoso “si no me llaman, si no me invitan...” o el “para qué los voy a llamar si están cansados de trabajar todo el día...”. “Siempre le decimos a mi suegra que, si ella no convoca en esos días festivos, los hermanos y primos no nos vamos a ver nunca. ¡Aunque sea hacelo por nosotros!”, comenta.


La solidaridad, una fuerte motivación. “Para mí es el punto dorado, el secreto de toda pata social. Porque hacer algo por otro te ayuda a sentirte útil, te da fuerzas para levantarte a la mañana, bañarte y vestirte. Alguien te espera, sos necesario en algún lugar”. Buscar actividades de este tipo puede ayudar a recuperar la motivación.


Aprender de los metódicos. “Quienes han sido muy organizadas en su vida, por lo general noto que llevan su vejez de la misma forma: se pautan un horario, se arman una rutina, no tienen este problema de quedarse abandonados en sus casas. Con ellos el desafío es que acepten el bastón u otros cambios de la edad, ellos tienen su propia idea de como va a ser su vejez...” completa

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