La Sexualidad en la Tercera Edad
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Al defender un envejecimiento saludable y activo, no podemos pasar por alto, el tema de la
sexualidad en la Tercera Edad, ni la amplia gama de Mitos y Prejuicios que la rodean, haciendo que muchas veces el «saber» se desvirtúe hacia el «creer», «querer» y «no querer».
Retomando los conceptos de «Vejez» y «Proceso de Envejecimiento», en la mayoría de la
bibliografía consultada, la vejez es sinónimo de pérdidas, duelos, déficit, crisis siempre patológica, jamás enriquecedora; en fin una situación inevitable de la vida a la que nadie quisiera llegar
si le espera tal destino
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Este trabajo comprende al Envejecimiento como un «proceso de crecimiento natural, dinámico, inexorable y evidenciado por cambios en lo biológico, psicológico y social.»
Dicho proceso es entendido en un sentido personal y singular. Aunque el envejecimiento es
un acontecimiento universal en el ser humano, en cada persona se lleva a cabo con determinadas
características, en los tres grandes aspectos antes dicho: en el cuerpo, el psiquismo y en las
relaciones con los demás.
No es lo mismo envejecer en la India, o en Argentina, tampoco se envejece igual en una
zona rural y una urbana, como tampoco es lo mismo envejecer rodeado del afecto y cariño de los
familiares y amigos, o aislado, en soledad en un asilo para ancianos, por más lujos y confort que
tal institución pueda brindarle al viejo allí hospedado.
Tampoco es lo mismo envejecer conservando un mínimo de salud física que permita desplazarse manteniendo la autonomía a pesar de los achaques, que envejecer postrado en una cama
con total dependencia de otro que lo ate a la vida como cuando era recién nacido.
Todos estos aspectos son caras de una misma realidad: el envejecimiento.
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Aunque este trabajo pretende centrarse en los aspectos saludables de la Tercera Edad, no hay
que negar aquellas características que también existen y que en otras épocas, no muy lejanas
eran las predominantes o exclusivas para hablar de la Vejez.
En el rechazo por parte de la sociedad a la sexualidad en la Tercera Edad intervienen una
multiplicidad de factores, más allá de los prejuicios, mitos, resistencias ante la vejez, temores,
angustias que tal etapa despierta en aquellos que están próximos a ella
. Además, pocos especialistas se han sentado a analizar e investigar dicho tema, y se arriesgan a hipotetizar acerca de las
funciones de la sexualidad en la Tercera Edad. Afirmando su existencia normal y saludable
como en cualquier otra etapa de la vida.
Todos suponen cambios normales, esperables; y en el caso de un envejecimiento patológico
es más factible encontrar material el respecto.
Se partirá aquí de la premisa que la sexualidad es normal y necesaria en la vejez.
La sexualidad humana, es la resultante de factores Biológicos, Psicológicos y Sociales, que
interactúan siempre y continuamente, aunque al momento de su manifestación predomine uno
de ellos, los dos restantes siguen existiendo e influyendo.
No hay que perder de vista que, la sexualidad constituye una parte de la personalidad
humana, una forma más de su expresión, igual que el sentimiento de identidad, que junto a la
autoestima, permiten decir a la persona quien es ella, diferenciándose de los demás «Es la imagen y representación que tenemos de nosotros mismos».
El ser humano, a diferencia del animal, tiene la posibilidad de elegir, (aunque no siempre
lo haga) su identidad sexual, ya que puede haber nacido con genitales femeninos o masculinos,
pero eso no basta para determinar como se siente y como desea expresar y vivir su sexualidad.
Entonces, si una persona vivió más de 40 años sintiéndose un hombre o una mujer:
¿Por qué al llegar a la vejez debe dejar de sentirlo?
¿Por qué se cree que la Tercera Edad es una etapa asexuada?
¿Por qué insistimos en que la sexualidad es sólo para la juventud?,
No es malo ser hombre, mujer, homosexual, bisexual, transexual, etc, si nos identifica ante
uno mismo y ante los demás, lo abominable es que pasemos a ser asexuados (ni los animales
entran en tal categoría), por el simple hecho de haber cumplido más de 60 años.
Pero si estamos frente a una doble suerte: poder envejecer, es decir que hemos sobrevivido
a la vida, y a la vez lo hacemos saludablemente, gozando de nuestras capacidades físicas y
psíquicas, entonces ¿por qué negamos la existencia y goce de la sexualidad en la Tercera Edad?
Porque somos producto de una historia, de una cultura, emergentes de una estructura familiar
y descendientes de la especie humana, estamos multideterminados en nuestra naturaleza de ser
viviente y por ende no podemos subestimar ninguno de dichos determinantes.
La persona mayor debe enfrentarse en esta etapa a una doble adaptación:
-A su entorno social, que lo encasilla en un determinado rol, que la mayoría de las veces
termina siendo un no – rol: «no es capaz de hacer nada, ya no puede hacer esto; es igual a no
puede hacer nada».
-A su situación personal, desde los cambios reales hasta los fantaseados por creencias que
sostuvieron desde su infancia.
Todo remite sin esquivos a los prejuicios sobre el envejecimiento, y a continuación veremos
el que sostiene que la vejez es una etapa «asexuada».
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Las personas mayores tienen que cargar sobre sus espaldas con los impulsos libidinales y
los agresivos también, al mismo tiempo que enfrentan los cambios corporales y emocionales
.
Hasta hace pocos años se creía que la menopausia marcaba el final del goce sexual femenino,
debido a que se justificaba la sexualidad como necesaria para acceder a la maternidad. Este es el
clima en que fueron educadas las mujeres ancianas de hoy, y aunque el cambio es lento, y progresivo, se debe aceptar que la sexualidad en la Tercera Edad sólo responde al puro deseo de
sentir placer, de abrazarse a otro cuerpo, de amar.
«El vínculo amoroso establece un espacio de encuentro íntimo que no envejece»
Se supone que una vez alcanzada la madurez y seguridad que brinda la experiencia, cuando las mismas tienen más peso que los tabúes, cuando se toma conciencia de que la vida es
limitada, aparece el deseo más intensamente que nunca suplicando ser vivido a pleno, pero el
peso de los prejuicios está siempre presente.
Las generaciones más jóvenes condenan tales sentimientos y actos en las personas viejas,
colocándolas en un lugar marginal, del cual resulta difícil salir ileso.
Los signos del tiempo en el propio cuerpo y el deterioro físico provocado por algunas
enfermedades atentan contra las relaciones de los ancianos porque afecta directamente a la
autoestima, y el deseo sexual puede sufrir modificaciones. A la vez, una persona que puede
mantener una buena relación afectiva y estar contenido tiene menos riesgos de padecer las dolencias a las que son más proclives por la edad.
Uno de los miedos más comunes de los hombres que comienzan a transitar la tercera edad
es la incapacidad para provocar o mantener una erección, pero con la aparición de la «pastillita
milagrosa» Viagra, todos esos fantasmas quedaron en el pasado. El problema que tenían los
viejos hasta la llegada de estas nuevas drogas era qué hacer con su sexualidad cuando la genitalidad
perdía la primacía en la relación hombre-mujer. La mayoría de los hombres que tenían trastornos
eréctiles la pasaba mal y se retiraba de la actividad sexual. No podía acomodarse a una nueva
forma de convivencia y esto traía trastornos serios de la relación de pareja, porque como entre
ellos no se hablaba, el conflicto no se solucionaba.
Sin dudas, el Viagra es uno de los grandes inventos del siglo XX porque modificó el ejercicio de la sexualidad en muchas personas que pensaban que ya no tenían más acceso a la
genitalidad y pudo revitalizar el funcionamiento sexual de la pareja.
De la misma manera, en épocas anteriores muchas sociedades consideraban que la vida
sexual activa de la mujer se acaba con la menopausia; en la actualidad, reemplazo hormonal de
por medio, se sabe que esto tiene poca importancia e incluso en muchos casos se manifiesta lo
contrario: librarse de la amenaza de un embarazo no deseado provoca una mayor predisposición
al ejercicio de la genitalidad con la pareja.
Concluiré sosteniendo que, la sexualidad es algo que existe desde que el ser humano nace
hasta que muere y, a pesar de las modificaciones que va teniendo a lo largo del tiempo, la necesidad de estar con el otro es algo que puede darse placenteramente en cualquier momento de la
vida.
Esperamos que las cosas cambien para que no se produzca el efecto de la profecía autocumplida:
seré viejo, enfermo y recibiré poca atención; en consecuencia, mejor es autoaislarme que recibir
la descalificación desde el otro.
Es importante aceptar, comprender, respetar e investigar la existencia de la sexualidad en
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la Tercera Edad, desterrando mitos y prejuicios que giran en torno a ella.
La sexualidad es parte inherente a la condición humana y nos acompañará durante todo el
transcurso de nuestra vida.
Las personas que tienen sesenta, setenta y ochenta años tienen derecho a disfrutar de su
vida entera en plenitud, incluyendo la sexualidad. Esta sexualidad varía con los años pero está
presente, es una forma muy fuerte de comunicación en una pareja a cualquier edad, e incluso
puede ser muy importante para el buen tránsito por etapas del envejecimiento.
Siguiendo la línea de reflexión del Dr. Salvarezza: «La visión puritana de la sociedad
despliega concepciones moralistas tales como que la sexualidad en los viejos no es ni posible ni
necesaria, y si ocurre, no es normal.
Se constituye así un doble juego de valores. Por un lado se niega la sexualidad y la idea de su
presencia escandaliza y por el otro, se torna fuerte el clisé de «viejo verde».
El viejo queda de esta manera atrapado en la disyuntiva de no tenerla o tenerla, pero ser
desplazado por enfermo, teme al escándalo o al ridículo, producto de la presión de la opinión,
la persona se vuelve esclavo del que dirán, se imbuye en las consignas de decencia y de castidad
impuestas por la sociedad. Sus propios deseos le avergüenzan, los niega; se rehúsa a ser ante
sus propios ojos un viejo lubrico, una vieja desvergonzada. Se defiende de sus impulsos sexuales al punto de reprimirlos en el inconsciente. -11-
Otra fuente de discriminación sexual contra la vejez son los mensajes de una sociedad
fijada a la juventud. Los avisos comerciales de la televisión nos dan un estereotipo en el que la
sexualidad solo existe para personas jóvenes, lindas con músculos duros y cuerpos ágiles, la
idea de personas añosas gozando se presenta como algo lúbrico y repugnante.
Entonces, influenciada por los medios masivos de comunicación la juventud es la depositaria de las manifestaciones sexuales, negando y descalificando a los viejos.
Al negarse a reconocer la sexualidad en los viejos, las generaciones mas jóvenes, se niegan a
reconocerse a si mismos en los viejos que serán, en sus deseos y posibilidades, y esto acarreara
muchas dificultades al momento de lidiar con la vejez.
La persistencia de concepciones ideológicas moralistas, y por los factores dominantes en
nuestra cultura actual, se conjugan para mantener una conducta de negación sobre el conocimiento científico de la sexualidad en los viejos, manejándonos con pseudo conocimientos, prejuicios y falacias.
Hay una creencia socialmente instalada de que los viejos no tienen deseos y no son seres
atractivos. Pero creo que es muy importante tener en cuenta que el atractivo no se basa sólo en el
aspecto físico, (la aparición de canas o la caída del cabello, las arrugas o los cambios corporales), sino que el carisma, la calidez, la honestidad y el respeto son factores fundamentales para
generar atracción. La sexualidad es algo que existe en el ser humano desde que nace hasta que
muere, influye en la sensación de sentirse vivo y combate la soledad.
Destaquemos que cuando se habla de sexualidad en la vejez, uno se encuentra ante un doble
trabajo, ya que no sólo debemos luchar contra los tabúes de la sexualidad, sino también contra
los tabúes de la Tercera Edad.
En nuestra cultura, de religión judeocristiana imperante, la sexualidad es considerada como
«un mal necesario», siempre con el fin último de la reproducción, donde la existencia o no de
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placer no es considerada importante, ni mucho menos necesaria y vital.
Y aunque estemos transitando el tan anhelado y temido siglo XXI, el permiso de exposición
y expresión sexual no ha sido generalizado. Aún seguimos sosteniendo mitos y tabúes como en
el 1900, tal es el caso de la sexualidad en los adultos mayores.
Los matices de la sexualidad de los adultos mayores no suelen ser expuestos públicamente,
a pesar de que se vivan años de apertura en este terreno. En la sociedad existe una resistencia a
hablar sobre las prácticas de los adultos mayores.
El problema no sólo no encuentra cabida en el escenario social sino que muchas veces se
instala en el ámbito mismo de las parejas de adultos mayores. «Quienes tienen hoy más de 60
años pertenecen a una generación donde toda la temática que tiene que ver con la sexualidad
era más bien una cosa oculta».
Cuando se le pregunta a muchas mujeres viejas por su sexualidad, dan respuestas de este
estilo: ‘Ah no, por suerte ya no más’. Analizando el fenómeno se deduce que lo que incidía
mayormente en esto era un aspecto social de desconsideración hacia la mujer, que estaba incluida como un objeto dentro de la relación sexual y no como un sujeto activo y participante.
Se espera que los ancianos y ancianas del mañana dialoguen de estos temas con mayor espontaneidad y vivan su sexualidad sin tabúes.
Los profesionales que estudian la vejez sostienen que no hay concepción más falaz que
suponer que el sexo es privativo de la juventud. La inclinación hacia el sexo está siempre
presente porque es una necesidad no sólo biológica, sino emocional y afectiva. El sexo es un
aspecto importante en la vida de una persona, independientemente de la edad.
Aceptar la existencia normal de la manifestación y goce de la sexualidad durante la vejez,
no sólo es colaborar con una mejor calidad de vida para esta etapa ya que así estamos asegurándonos un envejecimiento más placentero para cuando seamos nosotros (adultos de hoy) quienes
tengamos la suerte de transitar por la Tercera Edad.
Espero que se haya entendido el objetivo de este trabajo: ya que es cierto que quienes
deben animarse a vencer los prejuicios son aquellos que están viviendo la vejez en este momento, pero todos debemos colaborar desde el lugar que nos toca, educadores, familiares, amigos,
profesionales, para que sea posible crear un nuevo modelo para envejecer, adecuado a los tiempos que corren.
Ser viejo como en el siglo XIX sí que es una antigüedad. Calidad de vida es mucho más
que confort y comodidades para nuestros Adultos Mayores, es también asegurarnos un futuro
más placentero, y que envejecer no sea una tragedia sino una dicha.
III. IV. -Las Teorías del Envejecimiento
Ya consideramos que el hablar de vejez suele remitir a una larga
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