UN DRAMA A SUPERAR
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Por DRA.
SILVANA A. SAVIO
Doctora en Psicología, Magíster en Terapia de Pareja y
Familia y Escritora. Autora de 3 libros, “Todo fue Poesía” y “Cincuenta
Perlas”.
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Caso nadie está preparado para afrontar el suicidio de
alguien cercano.
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La muerte de un hijo es la situación que cualquier padre
o madre más teme. No se quiere ni oír hablar de esa posibilidad. Porque
uno sabe, intuitivamente, que sería un dolor intolerable.
Si se trata de un suicidio, al dolor se le
suman un torbellino de emociones desbocadas, tales como la culpa, el
enojo y la frustración, además del estigma social y el aislamiento.
Suele ocurrir que las personas de la cuales se hubiera
esperado que estuvieran cerca para brindar apoyo, muchas veces se apartan. Es
difícil presenciar tanto dolor ajeno y es más difícil aún
darse cuenta de que “eso” le podría haber pasado a uno. “Eso”.
Porque hasta parece imposible nombrarlo.
El suicidio de un hijo o de una hija cambia
drásticamente la vida de los que quedaron: quedaron sin el hijo o la hija
que murió, quedaron sin el futuro que habían imaginado y hacia el cual
caminaban y quedaron desorientados, con sus certezas hechas trizas y ya sin
saber quizás quiénes son en realidad.
Se trastocan las prioridades y lo que hasta
ayer parecía importante, hoy no tiene sentido.
Las mismas preguntas vuelven una y otra vez:
** ¿por qué?,
** ¿qué hice?,
** ¿por qué no hice ….?,
** ¿cómo no me di cuenta?,
** ¿por qué me hiciste esto a mi?,
** ¿será que esto es una pesadilla y mañana
cuando me despierte estará todo como antes?
Se inicia un camino por un terreno nunca imaginado y que
hubieran deseado no tener que recorrer jamás.
El duelo por el suicidio de un hijo o de una hija es largo
y presenta desafíos que parecen insuperables. Pero se puede. Con
enorme esfuerzo se puede arrancar y avanzar.
Con tiempo, con paciencia, con información para traer
consciencia sobre el proceso que se transita, con amor hacia uno mismo, y en
el caso de quienes acompañan de algún modo a los padres y madres que
quedaron, con amor hacia ese prójimo que necesita ayuda.
Hay tareas psicológicas específicas de reconstrucción, que
se deben abordar a lo largo del duelo. Hay que reconstruir el vínculo
con el hijo o la hija que murió, que ya no está fisicamente, por eso el
vínculo debe tener una cualidad diferente.
Hay que encontrar respuestas con sentido personal para
muchas preguntas y hay que aprender a vivir con las preguntas que
nunca tendrán respuesta. Hay que construir una historia propia
coherente, que integre la muerte del hijo o de la hija a la vida que
continúa, porque el ser humano no logra vivir en el sinsentido, y muchos
padres y madres sienten que quieren irse ellos también.
La consciencia sobre lo que se está viviendo y la
dedicación con la que cada uno vaya trabajando sobre las tareas psicológicas,
son fundamentales para transitar este doloroso duelo. Y para que, con
amor, puedan integrar en el corazón al hijo o a la hija que ya no está y
así, puedan avanzar con la vida que continúa.
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1 de mayo de 2019
Los que quedaron luego del suicidio de un hijo
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