3 de febrero de 2019

Los desafios de una nueva minoria

Los desafíos de la nueva minoría

Aunque el mundo tech está inundado por millennials, los adultos mayores también programan. La importancia de la diversidad etaria en los equipos es clave para el éxito de los productos y el entendimiento de los usuarios. Si bien
aportan experiencia, en ocasiones sufren discriminación o prejuicios.
Por AXEL AMARAZZI – 15 de Enero 2019
InfoTechnology

Si alguien pidiera imaginar las oficinas de una compañía de tecnología promedio y contár qué es lo que aparece en la mente, lo más probable es que la mayoría responda algo similar: espacios abiertos y compartidos estilo Google repletos de jóvenes, en su mayoría millennials, con Macbooks bajo el brazo. Casi nadie, seguro, se habrá imaginado a una persona de más de 60 años que programe y trabaje codo a codo con esos chicos.
Una encuesta realizada por Sysarmy, el colectivo de administradores de sistemas más grande del país, reveló que solo el 1,7% de los trabajadores relacionados al mundo de la tecnología supera los 50 años. Un porcentaje que se reduce notablemente si se eleva ese número una década más. Y no queda ahí. Otro informe realizado en los Estados Unidos por el sitio de búsqueda de empleo Indeed mostró que un 43% de los encuestados admitió tener miedo de perder su trabajo por estar envejeciendo.
Pero si bien en la Argentina hay pocos programadores cercanos a la edad jubilatoria, no significa que no haya. Alejandro Massuh, que tiene 60 años recién cumplidos, empezó a estudiar análisis de sistemas cuando era solo un adolescente y las PC ni siquiera existían. Es por esto que lo aprendido en ese momento lo que le sirve hoy es solo lo conceptual: la lógica, el análisis o el diseño de flujo, por ejemplo. Massuh empezó en Aerolíneas Argentinas y pasó de ser instructor de los sistemas de aeropuertos a trabajar en un proyecto que, si bien en la actualidad es algo cotidiano, en ese momento fue innovador: que el ticket fuera impreso a través de una computadora en vez de hacerse a mano. De esta forma fue como se dio cuenta de que quería aprender a programar.
Hoy pasó del mundo del código al mundo del QA (Quality Assurance en inglés) en intive-FDV, una empresa global de desarrollo de software a medida. Lo que hace es evaluar las distintas etapas del proceso de creación del producto para garantizarle al cliente que el resultado final sea de calidad. “Toco poco código ya, pero cada tanto sigo haciéndolo”, cuenta en conversación con El Cronista.
Pero si bien él estudió una carrera completamente diferente a la que se estudia actualmente y tuvo que adaptarse, la realidad es que ya tenía varias de las herramientas que necesitaba para convertirse en un desarrollador. ¿Es posible para una persona mayor que creció y se desarrolló laboralmente en un mundo externo al tecnológico entrar a él? Para Massuh sí. Pero es solo una cuestión de actitud.
Como Massuh, Sebastián Campanario, economista y autor que está escribiendo un libro en relación a esta temática, considera que a cualquier edad alguien puede reinventarse, cambiar el foco de su trabajo y meterse en una industria que muchos consideran relacionada a la juventud extrema pero que en realidad no tiene nada que ver con eso: “La creatividad es unir puntas. Cuanta más experiencia tiene uno más puntas tenés para unir. Es completamente falso que la creatividad o frescura esté vinculada a los millennials, a personas de 20 o 30 años”.
“Hay que ver cuán dispuesto está uno a aceptar cambios. Si tenés la intención de enfrentarlo como un desafío y no le tenés miedo yo creo que se puede”, comenta Massuh. “Inclusive en esta profesión hay determinadas áreas donde podés hacer cosas sin tener conocimiento de código y programación”, agrega. Muchas personas empiezan testeando los productos, se dan cuenta de que les gustaría crearlos y empiezan a aprender.
Germán Arduino tiene 55 años y es un emprendedor que pasó por varias empresas de tecnología que van desde el desarrollo de software en pequeñas Pyme hasta seguridad informática en grandes corporaciones. El coincide con lo que dice tanto Massuh como Campanario: “Creo que aquella frase que la programación es sólo para jóvenes y que el paso de los años limita las facultades para hacerlo es un mito. Lo que importa es lo que uno quiera hacer, las ganas y pasión con que uno lo haga”, argumenta.
Al fenómeno de la discriminación por edad se lo llama en inglés “ageism”. Esto puede verse desde hace décadas: a medida que las personas envejecen son cada vez menos tenidas en cuenta para potenciales trabajos si se compara con alguien más joven, incluso cuando eso implique menos experiencia. Para darse cuenta de esto alcanza con ver el promedio de edad en algunas compañías líderes: en Facebook es de 28, en Linkedin de 29, en Google de 30, en Apple 31 y en Microsoft de 33.
Lo explica a la perfección la autora estadounidense Ashton Applewhite en su libro This Chair Rocks (2016), donde habla sobre las distintas formas en que se excluye por su edad a las personas: “No es amar a un hombre lo que le hace la vida más difícil a los hombres homosexuales, sino la homofobia. No es el color de su piel lo que le hace la vida difícil a las personas de color, sino el racismo. No es tener vagina lo que le hace la vida difícil a las mujeres, sino el sexismo. Y es la discriminación por edad, y no el mero paso del tiempo, lo que nos hace la vida más difícil a todos nosotros”.
Pero la realidad que Applewhite describe en su libro es muy diferente a la que se vive en la Argentina. En los Estados Unidos el movimiento contra la discriminación por edad está en crecimiento mientras que en nuestro país todavía muy pocos están preocupándose por eso. Campanario explica que en la Argentina este movimiento es mucho más incipiente: “En el país más del 50% de los avisos clasificados de trabajo discriminan a personas de más de 50 años. Directamente piden a gente más joven. Esto se debe, entre otras cosas, a que la gente más joven suele aceptar salarios más bajos”.
Hay algo muy relevante a tener en cuenta: el avance de la medicina. A medida que se realizan grandes avances en lo que respecta a la salud hay cada vez más personas que están en la plenitud de su carrera a los 50, 60 o 70 años. El problema es que hay “un gap de 20 o 30 años con el cual nadie sabe bien qué hacer”, asegura el economista. “Ni las empresas, ni el Estado, ni las organizaciones, ni la sociedad, ni el marketing, ni la publicidad tiene en cuenta ese rango etario. Ahí hay tanto una oportunidad como un desafío. Una oportunidad comercial y un desafío de políticas públicas que siempre estuvieron centradas en los más chicos y en los jubilados, pero no a personas de 45 o 50 años”, agrega.
Para Massuh el prejuicio no llega desde sus compañeros de trabajo o de las empresas que no contratan, sino algunas veces desde los clientes. “En ocasiones hablás con un cliente y te sobrecalifican por la edad. Te dicen que quieren algo más sencillo, pero están escondiendo que no quieren un jovato y te lo dicen de esa manera. Te la disfrazan un poco”, comenta.
Arduino explica que si bien hay lugar para personas más grandes que se dedican a la programación -de hecho asegura conocer muchas personas que lograron mantenerse actualizadas y activas- considera necesario reconocer que no se trata de algo usual o frecuente: “Tengo la sensación que mucha gente del rubro prefiere, en algún momento, dejar de programar para pasar a funciones más de management que, coincidentemente, son mejor remuneradas”.
El tema es que esto va en contra de la innovación y se parece más al mundo de las viejas y convencionales compañías del siglo 20 que a la vanguardia que ostentan las de Silicon Valley. Lo que hace falta en el mundo tecnológico, como sucede en todos los ámbitos, es diversidad: no solo étnica, de género u orientación sexual sino también generacional. Sin esto es implausible lograr entender a los potenciales usuarios que están en el mercado.
Hay cosas que se pueden hacer para empezar a aminorar el tema de la discriminación y estigmatización etaria. Hay países que se dieron cuenta del problema que están enfrentando sus mayores y decidieron regular y legislar. En algunos, por ejemplo, no se puede poner un límite de edad de contratación como pasa en la mitad de los casos en la Argentina y en empresas hay programas de reverse mentorship en los que empleados jóvenes mentorean a los más adultos.
Philip Guo, creador de la web que enseña a programar Python Tutor, realizó una encuesta en su plataforma donde le hizo una serie de preguntas a sus usuarios más grandes. En promedio la edad de las personas que respondieron fue de 66,5 años y el resultado reveló algunos datos muy interesantes en relación a los motivos que llevan a la gente mayor que nunca se dedicó a la programación a aprender a hacerlo. Algunos dijeron que empezaron para compensar las oportunidades perdidas durante su juventud, otros para darle desafíos a sus cerebros y así mantenerse frescos y certeros y otros porque fueron motivados por nietos o bisnietos.
“Para contrarrestar estas tendencias es vital que los mayores tengan igual acceso a la informática de alta calidad y a la educación en programación a lo largo de sus vidas”, sobre todo cuando vemos que cada vez las personas vivirán más y mejor gracias al avance en salud, explicó Guo en la investigación.
Las Organización de las Naciones Unidas estiman que para 2030 el 25% de los estadounidenses y europeos y el 16% del resto del mundo va a tener más de 60 años. Teniendo en cuenta esto, sin lugar a dudas, la lucha contra la discriminación por edad llegará en los próximos años. Con los Estados Unidos y países de Europa a la cabeza, poco a poco esta lucha irá desplegándose por el mundo. “Creo que con la discriminación etaria va a pasar lo que pasó con la equidad de género en estos últimos años. Todavía estamos en una etapa muy incipiente, pero de a poco se va a tomar consciencia de la cantidad de barbaridades que se dicen que tienen que ver con personas mayores que la sociedad todavía tolera”, aseguró Campanario.
¿Dónde se puede aprender a programar?
Si bien para algunas personas mayores descargar una aplicación, navegar por la web o aprender a usar WhatsApp ya es un hito en sí mismo, a otros la tecnología se les da como algo natural y usan YouTube para aprender a realizar tareas o redes sociales para comunicarse como cualquier millennial o centennial.
Si una persona siente que aprender a programar podría un nuevo camino, hay muchos sitios creados a medida para poder hacerlo online y sin gastar un centavo. Son plataformas que arrancan desde cero y te permiten avanzar a medida que el usuario supera desafíos.
Hay dos sitios que son los más famosos e importantes del mundo que permiten dar los primeros pasos en “codeo”, como dicen ellos. Uno de ellos es Codecademy y otro freeCodeCamp.
Codecademy tiene la ventaja de funcionar en varios idiomas, entre ellos el español. Además, hay diferentes lenguajes de programación con los que se puede arrancar. Desde algunos muy simples hasta otros un poco más complejos. El éxito de la plataforma es abrumador. No por nada tienen más de 45 millones de usuarios en todo el mundo. Si bien todo lo básico (HTML, Python, CSS) es sin cargo, tiene una versión Premium, de u$s 20 por mes, que incluye certificación, feedback de expertos y otros cursos como Machine Learning y crear para la web con API.
freeCodeCamp es un producto que empieza desde lo más simple y va hacia lo más complejo, pero siempre relacionado a lo que tiene que ver con la creación de sitios web. Arranca con HTML, CSS y JavaScript, que son los lenguajes utilizados para crear páginas, pero permite expandirse más tarde a otras disciplinas Node, React, D3 y bases de datos. Lo malo es que está solo en inglés pero, como contrapartida, es totalmente gratuito.
https://www.infotechnology.com/negocios/Los-desafios-de-la-nueva-minoria-20190114-0012.html

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