28 de febrero de 2019

Nada es para siempre> como atravesar y superar una crisis

Nada es para siempre: cómo atravesar y superar una crisis

Pasar por momentos que desestabilizan es inevitable. Pero aun en medio de las situaciones más desafiantes, se pueden descubrir y aprender nuevos recursos y capacidades para enfrentarlos con éxito
A los seres humanos nos gusta pensar que la estabilidad es la regla y los momentos de crisis, la excepción. Tan inoportunas, rara vez bienvenidas, las crisis nos recuerdan que la vida está llena de recodos y sorpresas que no siempre responden a nuestra minuciosa planificación.
Una ruptura sentimental, la pérdida de un ser querido, una mudanza a un lugar distante, un despido, un embarazo no planeado… Las crisis son tan diversas como queramos pensarlas. Algunas nos golpean duro, como las enfermedades; otras nos dejan atónitos, sintiendo que el orden que hasta ayer teníamos en nuestras vidas hoy ya no existe y, como en los juegos de
naipes, se impone barajar y dar de nuevo.
Lo que las crisis tienen en común es que vuelven inestable el suelo firme en
el que estábamos parados. Todas nos invitan a repensar nuestra vida y a tomarlas como una oportunidad de crecimiento y transformación. Y cuando nos ponemos cara a cara con lo que la crisis nos revela, podemos descubrir que el terremoto existencial nos ayudó a crecer, a veces, en direcciones sorprendentes y maravillosas.
Nada es para siempre
"Una crisis es un cambio brusco e inesperado, que produce una alteración en la experiencia normal de la vida. Se trata siempre de un cambio para el que no estamos preparados; si lo estuviéramos, no sería una crisis", dice el doctor José Luis González de Rivera, psiquiatra y presidente de la Asociación Española de Psicoterapia.
Para describir la incertidumbre que generan las crisis en cuanto aparecen, el doctor González de Rivera explica: "De repente, nos damos cuenta de que algo ha cambiado y entramos en un mundo totalmente diferente en el que todo parece funcionar según reglas distintas. Descubrimos con pavor que hemos perdido el control de la situación y que no tenemos ni idea de cómo recuperarlo". Pero, ¿qué genera una crisis en quien la padece?
-Rompe la sensación de continuidad psíquica.
-Exige una intervención, decisión o transformación.
-Activa las reacciones emocionales más dispares.
-Obliga a replantearse el sentido de la propia vida.
En síntesis, toda crisis produce cambios. Sus consecuencias pueden ser beneficiosas o perjudiciales, de acuerdo a cómo sean estas inevitables transformaciones que afectan nuestra psiquis y nuestros sentimientos.
Aunque siempre transitorias –ninguna crisis dura para siempre–, desatan todo tipo de emociones. "Las personas en crisis tienden a experimentar alteraciones de su estado psicológico habitual, por dificultades que no consiguen compensar. Tienen la sensación de que son incapaces de resolver el problema que sufren", dice González de Rivera.
(iStock)
(iStock)
Las emociones más frecuentes que surgen en un momento de crisis, apunta, son angustia, desorientación, frialdad, escepticismo y desesperación. "En estas condiciones -prosigue González de Rivera- es fácil perder el equilibrio psicológico y desarrollar todo tipo de alteraciones emocionales y de conductas destructivas ante ese problema que se considera irresoluble".
Cambia tu vida
Bill Ohanlon, autor del libro Crecer a partir de las crisis, señala algunos aspectos positivos de las crisis:
-Pueden funcionar como avisos. "Sin embargo, siempre cabe la opción de
obviarlas, dejar que el contestador automático grabe el mensaje y optar por
resolver el problema más adelante. Pero, ante esta opción, nos arriesgamos a que surjan más crisis, y todavía mayores, en el futuro", advierte.
-Nos ayuda a tomar conciencia de viejos hábitos que no funcionan y a entender que el estilo de vida que hasta el momento hemos llevado ya no sirve.
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-"Nos empujan a actuar, borrar el disco duro y vaciar el armario del salón con el fin de dejar espacio para las novedades que vayan a tener lugar", asegura.
-Nos pueden forzar a introducir cambios significativos en nuestras vidas.
"Todos tendemos a alejarnos un poco de nosotros mismos y de lo que en realidad somos", dice Ohanlon. "En este sentido, las crisis pueden ser el momento e incentivo idóneo para llevar a cabo esos cambios tan difíciles"
Superación
La licenciada en psicología Ana Muñoz, directora de Cepvi.com, un portal sobre psicología, medicina y salud, señala que el concepto clave para enfrentar las crisis es nuestra capacidad de recuperación.
En este proceso, según explica, intervienen ciertos recursos psicológicos que nos permiten hacerle frente con éxito. Ellos son:
-Capacidad para tolerar y manejar emociones intensas. Muñoz sugiere utilizar metáforas para describir los propios sentimientos. Por ejemplo, algunas personas se sienten como si estuvieran en un pozo profundo del que no pueden salir; otras, como si estuvieran sosteniendo una pared que va a desmoronarse sobre ellos, etc. Después, hay que tratar de transformar estas
imágenes: imaginar, por ejemplo, que uno se separa del muro poco a poco y lo deja caer despacio. Esto servirá para neutralizar ciertas emociones.
(Getty)
-Capacidad para estar solo sin sentirse solo. Servirá para que una persona pueda valorarse, conocerse y apreciar ciertos rasgos de su personalidad. Escribir un diario íntimo puede ser de ayuda.
-Capacidad para calmarse a uno mismo. Es bueno contar con una red de apoyo en los momentos críticos, pero también hay que desarrollar la capacidad para consolarse a uno mismo.
-Capacidad para moderar las autocríticas o la culpa. En medio de las crisis, los autorreproches son frecuentes. Hay que centrarse, en cambio, en los aspectos positivos de la propia personalidad. Pensar en cómo se resolvió exitosamente otra situación crítica ayuda a reconocer lo mejor de cada uno.
Salir fortalecidos
¿Cuál es el aspecto positivo de una crisis? En la mayoría de los casos, aprendizajes que deja, en términos de autoconocimiento o de desarrollar mejores habilidades y recursos personales. Las crisis, dice el doctor José Luis González de Rivera, "obligan a enfrentarse a ellas de manera activa y total.
Por eso se dice que las crisis son oportunidades para el crecimiento personal, pues el éxito en ese esfuerzo favorece el desarrollo y la integración de la personalidad". "Todas las crisis siempre nos dejan algún aprendizaje -concluye la Lic. Lotero-. Es a través de ellas que nos replanteamos cosas que de otra manera nunca lo hubiéramos hecho y es una forma más de poder analizar nuestras propias capacidades de resolución de problemas y de lograr un mayor conocimiento de nosotros mismos. A través de ellas también identificamos nuestras propias emociones y lo importante es
poder aprender a sentirlas y expresarlas. Todos estos conocimientos nos
permiten poder crecer y tener una mejor calidad de vida".
Una crisis te propone un viaje de autoconocimiento que puede ser arriesgado y poco confortable. Pero cuando logres atravesarla y llegues al otro lado del puente, advertirás que resurgís cambiado, más consciente de tus capacidades y mejor armado para los próximos desafíos que te proponga la vida.

9 de febrero de 2019

El amor mas fascinante sucede a los ochenta

El amor más fascinante sucede a los ochenta

Por Sophy Burnham
(CREDIT: Brian Rea for The New York Times)
(CREDIT: Brian Rea for The New York Times)
Sophy Burnham vive en Washington, D. C. Su novela más reciente es "Love, Alba".
Han pasado décadas desde que viví la menopausia. En ese entonces me afectaba sentir que me volvía invisible a medida que pasaba por el proceso, que los hombres ya no se me quedaban viendo al pasar por la calle. Me quedó particularmente claro en Italia; ahí, cuando era una estudiante joven, escuchaba mucho: "Bellina, bellina"
.
A una edad más avanzada, cuando visité Florencia, escuché a dos jóvenes en una Vespa gritarlo a mis espaldas —"Bellina, ¡bellisima!"— y luego, ya que me vieron bien al pasar: "Ah, scusa, signora".
Me reí a carcajadas.
Con el tiempo, terminé por apreciar la libertad de no sentir que tenía que ponerme tacón alto ni intentar atraer a alguien o luchar conmigo misma para mantener el cuerpo que alguna vez tuve. Hice la transición a lo que llaman el envejecimiento y me pregunté: ¿qué significa, realmente, hacerse viejo?

En mi adolescencia leí el libro de H. Rider Haggard Ella. Lo que recuerdo de la historia es que un aventurero blanco en África se topa con la mujer más hermosa que ha visto y se enamoran. Resulta que ella es inmortal, que caminó a través de una llama eterna ubicada en cavernas subterráneas. Ella quiere que el protagonista también sea inmortal y se quede a vivir con ella, pero él le teme demasiado al fuego como para sumirse en las flamas.

Ella le dice que le enseñará cómo, excepto que en esta ocasión se convierte en una mujer decrépita y se incinera. Él se echa para atrás y se queda como un mortal que envejecerá.
Es una historia que te deja conmocionado. Ahora soy una mujer anciana, aunque tengo la bendición de una salud accidental. Me siento muy juvenil, dada mi edad: activa, juguetona, alegre y con energía. Me han dicho que soy atractiva, pero no lo puedo creer, porque ¿cómo? Si soy vieja.
Si es que alguna vez lo olvido, la cifra de mi edad se hace sentir en el asador de mi mente, como si el número ardiera para recordarme que lo que debería estar haciendo es practicar cómo arrastrar mis pies con la espalda encorvada, cómo sentarme lentamente y tomar muchas siestas.
Sin embargo, el otro día sucedió algo que me dejó anonadada. Un hombre más joven a quien conozco tocó a mi puerta y nos sentamos a conversar en el pórtico de mi casa; pensé que íbamos a hablar sobre su padre fallecido o sobre alguna novia con la que había terminado hace poco. Me he acostumbrado a hacer de figura materna, la mujer sabia y mayor que da consejos y es empática. En vez de eso, este hombre treinta años más joven se armó de valor para decirme que se siente atraído por mí.
Me quedé boquiabierta y avergonzada.

Claro, el presidente francés Emmanuel Macron está casado con una mujer que es veinticinco años mayor y yo tengo amistades que se han liado con hombres 18 o 20 años menores. Pero ¡ellas tenían 40!
Al enviudar, la escritora Fanny Van de Grift Osbourne, quien estuvo casada con el novelista Robert Lewis Stevenson, entabló una relación con un escritor joven, Ned Field, que tenía casi cuarenta años menos y estaba completamente enamorado cuando ella era septuagenaria (hace un siglo tener 70 equivalía a 90 años de hoy). Field escribió que Van de Grift era la única mujer por la que valía la pena morir.
Después de que ella murió, Field se casó con la hija de Van de Grift, que le llevaba veinte años a él; quién sabe cómo se sintió ella de saber que no la consideraba la única mujer por la que valía la pena morir.

Después de esa conversación con el hombre más joven, estuve toda la mañana inquieta y confundida por distintas emociones, incluida cierta vergüenza porque yo nunca lo consideré a él de ese modo. Le di las gracias por el cumplido, probablemente sonrojada, y le dije: "Me hiciste el día".
No le comenté que me sentía muy incómoda con las arrugas de mi cara y las manchas en mis manos; que me avergonzaban tanto las señas visibles del envejecimiento que ya ni siquiera me gustaba verme en el espejo. No le dije que mi corazón revoloteó con su cumplido al mismo tiempo que una voz en la parte trasera de mi mente me regañaba como si fuera niña, igual que lo hacía mi madre: "¡Debería darte vergüenza! ¿Quién te crees que eres?".

No recuerdo por qué me regañó esa vez mi mamá, exactamente, pero la voz la identifico de inmediato: es la de mi juez interior que sale del sótano para castigarme por mi soberbia.
Después de que se fue mi admirador ese día me tardé casi una hora en acallar al juez interior hasta lograr que volviera a bajar las escaleras hacia el sótano de mi conciencia, entre murmullos y quejas. (Debo decir que uno de los placeres de envejecer es saber cómo lidiar con el juez interior antes de que empiece su tortura; calmarlo y domesticarlo como buen entrenador de bestias salvajes. Cuando era joven, las apreciaciones de esa voz me dejaban triste durante días).
Mi admirador, si es que podemos llamarlo así, no es el único hombre joven (o mayor) en expresar cierto afecto por mí, pero siempre me ha parecido que esos hombres lo dicen como si dijeran: "Me encantan los tomates". Aprecian que soy abierta, juguetona y que me maravillo y emociono.
Pero este hombre en particular me sacudió. Su confesión no me ha movido a corresponderle, pero me hizo detenerme y pensar sobre mí, mi edad, la vida.

Lo admito: yo misma sufro de la discriminación por la edad. He comprado de lleno la concepción cultural de la edad mayor, de que ahora soy una vieja decrépita y fea. Soy producto de mi cultura y de toda la mercadotecnia que siempre nos rodea en la cual la belleza significa verte de 19 años con cara taciturna y labios carnosos mientras vistes alguna pieza de encaje de Victoria's Secret o una tanga de Calvin Klein. Y sí, aquellas modelos son hermosas, te dejan sin aliento. Pero ¿por qué un hombre es deseable sin importar su edad y una mujer, no?

Por ahí están las conclusiones de un estudio de 2018 sobre las citas en línea según el cual el atractivo sexual de los hombres están en su mayor pico cuando tienen 50 años mientras que el de las mujeres está en su máximo a los 18 (y de ahí solo decae). ¿Qué significa para una mujer como yo, de ochenta y tantos, que me digan que sigo siendo femenina y atractiva? ¿O qué implica que yo admita que aún me atraen los hombres, que me gusta coquetear?
¿Qué significa ser mujer? ¿Y qué de eso atrae?

Cuando tenía 20 años, con el revoloteo hormonal e incapaz de apartar mi vista y dejar de sentirme estremecida por casi cada chico, pensé que se trataba de la belleza o la sensualidad físicas. Creía que había que despertar el interés de los demás con minifaldas y telas semitransparentes. Todo giraba en torno al sexo, a la manera en que la naturaleza propaga la especie.
Después los hombres quedaron en segundo plano frente a mis intereses en la vida, mi familia y mi carrera, pero nunca desaparecieron de una posición alta en mi consciencia. Consideraba que el sexo y el poder están entrelazados, y tener una sensualidad libre era mi manera de externar mi confianza y amor por la vida.

Creo que no me sentí tan vivaz en el sentido sexual como a mis 50, 60 y hasta 70 y tantos años. Mi sensualidad estaba a flor de piel y me había liberado de la posibilidad del embarazo. Para las mujeres de mi generación, que crecieron sin acceso real a educación sexual o a anticonceptivos, había muchos aspectos peligrosos del sexo.
Ya después, el sexo en una relación a largo plazo suele sentirse rutinario. Sin embargo, también hay giros inesperados en la vida. Los matrimonios terminan. En mi experiencia, el amor a una edad más avanzada es igual de fascinante y emocionante que en la juventud.

Conforme avanza la edad, logramos cierta comodidad con nosotros mismos que nos permite perseguir lo que anhelamos sin pena. Hasta la voz mental de reprobación que suena como la de mi madre se ha acallado (casi) y siento que tengo verdadera libertad de elegir a quién quiero, o no, y de actuar desde el instinto.

Me gustan los hombres. Me gusta ver a los hombres y disfruto su compañía. Tal como considero que hay belleza en los cuerpos de las mujeres jóvenes, admiro si pasa por la calle, cerca de mí, un joven con un cuerpo en forma que corre sudoroso sin camisa.
Entonces ¿qué significa ser una mujer a los 82 años? ¿De qué manera hay que pensar la femineidad a estas alturas, cómo pensar la belleza y la sensualidad?

Lo que yo puedo decir es que nunca me he sentido tan feliz, maravillada y con tanto deleite como en los últimos años. A veces creo que otra vez tengo 9 años (tan solo con un cuerpo algo menos diestro) debido al júbilo que siento por estar viva y sin el peso dañino que luego conllevan las hormonas.
Quiero decirle a las mujeres brillantes de mañana sobre las décadas que las esperan que realmente pueden ser geniales. Quiero decirles que hay gozo.
* Copyright: 2019 The New York Times News Service

7 de febrero de 2019

La edad que sentimos frente a la edad que tenemos

La edad que sentimos frente a la edad que tenemos

Un estudio hecho en Canadá revela que, de media, los canadienses se sienten siete años más jóvenes de lo que indica su fecha de nacimiento. Este dato se da de manera homogénea en todo el país. El estudio señala, además, que cuanta más edad tienen las personas, más aumenta la sensación. Son datos que tienen una fuerte carga psicológica y sociológica que llevan a interesantes reflexiones sobre a qué edad nos hacemos viejos, si somos viejos por cómo nos sentimos, por cómo nos hacen sentir o simplemente porque lo marca el calendario o la administración. No sabemos si serán extrapolables los datos a nuestra realidad, pero parece que gran medida pueden serlo y ,de todas maneras, dan pistas muy interesantes.
Publicado por Josep de Martí
marzo 27, 2018
Cómo nos sentimos
En esta línea, entre los 18 y los 24 años, las personas se sienten dos años mayores que su edad real, lo que se relaciona con el impulso natural de querer ser independiente, adulto y tenido en cuenta, pero, entre los 25 y 34 años, la sensación cambia: a los 27 la persona se identifica con la edad que tiene para enseguida sentirse un año más joven. Entre los 35 y 44 la sensación aumenta a 5 años más joven; entre los 45 y 54 años la diferencia es 8 años. Entre 55 y 64 estamos ya con 11 años de diferencia y a partir de los 65 se llega hasta a sentirse 14 años más joven. Una explicación plausible es la de que, a pesar de que se cumplen años, las personas se ven con salud y ganas de seguir haciendo cosas, además del deseo de mantenerse con buen aspecto o, simplemente, hay quien se niega a envejecer.
Es los países desarrollados el envejecimiento acelerado de la población está acompañado por un aumento del deseo en las personas mayores de una calidad de vida acorde con lo que se ha tenido antes de la jubilación. No se trata solo de cumplir años, sino de que los años posteriores a la etapa laboral sean de calidad en todos los sentidos: de salud, de oferta de ocio, de oportunidades de participación…, es decir, que al dejar de hacer un trabajo remunerado, el tiempo que se libera suponga una oportunidad para hacer otras cosas: estudiar, apuntarse a un proyecto social, viajar, etc. Envejecimiento activo es un mantra que se repite en las diferentes administraciones, colectivos de personas mayores, residencias de la tercera edad… Hay un impulso por crear alternativas de convivencia que implican innovación como las unidades residenciales, compartir vivienda o la vida en el domicilio con un asistente, lo mismo que se llenan las aulas de mayores de las universidades o aumenta el número de voluntarios que una vez jubilados ofrecen sus conocimientos y tiempo a las más diversas ONG. Es importante señalar que, además del aumento del número de la personas mayores, es definitivo el dato de que quienes se están jubilando ahora no son los mismos a nivel de formación que los de hace 20 años. De hecho, es frecuente que un recién jubilado de 65 años tenga más en común en cuanto a su conocimiento de nuevas tecnologías, gustos y referentes culturales con una persona de 40 años que con otra de 80.
Nos sorprendemos afirmando cosas como «un joven de 35 años», cuando no hace tanto esa edad correspondía a adultos hechos y derechos que tenían ya varios hijos y vidas establecidas. La edad de maternidad se está retrasando y cuando una mujer tiene un hijo a los 23 años, la edad habitual hace solo unos años, el comentario es «¡tan joven y ya mamá». Este retraso que alarga la infancia, prolonga la adolescencia y retrasa la emancipación se va trasladando a lo largo del ciclo vital y, si además acompaña la salud y servicios sanitarios adecuados, la sensación de tener menos edad que la que marca en carné de identidad se hace natural. También parece ser que sentirse «joven de espíritu» es un actitud positiva que conlleva beneficios en la vida en general, no solo en las actividades e intereses, sino en las perspectivas vitales y en una ayuda para mantenerse en forma y cumplir años de manera el envejecimiento sea un fenómeno que obligue a adaptar ciertas actividades, pero no a prescindir de ellas.
La sociedad del futuro
El reto para los años venideros es cómo la sociedad en general afrontará que un sector de la población, cada vez mayor, exija servicios acorde a sus intereses. Se trata de que las instituciones tomen conciencia de que se debe cambiar la manera de afrontar el envejecimiento de la población, pues llegar a la tercera edad no implicará necesariamente una merma en la calidad de vida y, desde luego, será una exigencia que se procure que esta se mantenga. Se trata, pues, de que las personas mayores vean sus necesidades económicas cubiertas con un sistema de pensiones que elimine incertidumbres económicas y dé tranquilidad; que el sistema de salud disponga de unos servicios adecuados; que se creen los servicios sociales necesarios para las diversas realidades, lo que implica una oferta variada de atención y modelos de convivencia; y, sobre todo, lo fundamental es que la sociedad vea a las personas mayores como motores valiosos de aprendizaje y conocimiento, valore su experiencia y aproveche su energía y ganas de hacer cosas.
Si las personas de más de 65 años se sienten jóvenes y con ganas de vivir, crear e innovar, la sociedad en general tiene una increíble oportunidad que no debe desaprovechar. Tener la perspectiva de una esperanza de vida de más de 80 años y la sensación de que los años vividos son solo un datos en un papel es una gran oportunidad. Está en manos de todos aprovecharla y de fomentar que la energía que genera la vitalidad de sentirse bien y con ganas de ser alguien valioso, que aporta y disfruta de la vida, tenga la edad que tenga, nos acompañe siempre.
https://www.inforesidencias.com/blog/index.php/2018/03/27/la-edad-que-sentimos-frente-a-la-edad-que-tenemos/

5 de febrero de 2019

Goce mayor: las nuevas formas de sexualidad y erótica que llegan con los años

Goce mayor: las nuevas formas de sexualidad y erótica que llegan con los años

Las personas mayores que logran trascender las limitaciones físicas que pueden aparecer con la edad -como dificultades para tener una erección o disminución de la lubricación vaginal-, redescubren otras vías de goce, esquemas y fantasías sexuales que le permiten llegar a altísimos niveles de placer, aseguraron especialista en el XIII Congreso Argentino de Gerontología y Geriatría.
Telam
27.8.2016
“No es lo mismo genitalidad que sexualidad, durante la vejez se produce una transformación en el sentido del erotismo y comienzan a revalorizarse otras cosas como los besos, las caricias, mirar y ser mirado “, señaló a Télam Ricardo Iacub, psicogerontólogo, titular de la cátedra de Tercera Edad de la Facultad de Psicología de la UBA, y uno de los oradores de la mesa de Erótica y Vejez del Congreso.
El especialista describió que “a partir de una investigación de la cátedra sobre ‘cómo gozan las personas mayores’ concluimos que frente a ciertas limitaciones físicas se empiezan a redescubrir otras vías de goce, esquemas o fantasías, a encontrar formas más creativas y que una vez halladas, generan un altísimo placer”.
Y añadió: “Esto no significa que las personas mayores ‘se conformen’, sino todo lo contrario, así como tampoco quiere decir que todas las personas mayores tengan este nivel de placer tan alto, pero sí sucede en aquellas que han desarrollado su capacidad de resiliencia, en este caso, en el tema de la sexualidad”.
En este sentido, Iacub aseveró que “vivimos en una sociedad donde las fantasías estructurantes son muy duras, por ejemplo, tenemos instalado que la que penetración es lo principal, si fuésemos menos rígidos aprenderíamos a gozar como las personas mayores, con menos imperativos, con más tiempo, con más experiencia, con menos cálculos y menos contabilidad de cuántos”.
Según una encuesta de satisfacción de vida de personas mayores realizada por INDEC en 2014, el 80 por ciento de los entrevistados sostuvo que “tienen una vida sexual activa”, en tanto seis de cada diez consideraron que es posible enamorarse en esa etapa.
“Determinados avances de la ciencia y el haber derribado los propios mitos llevó a que las personas mayores vivan su sexualidad con mucha más naturalidad; sin embargo todavía persisten algunos prejuicios que hacen que sea un tema silenciado en la sociedad”, indicó por su parte, la médica geriatra Sara Iajnuk.
Dentro de esos prejuicios, la especialista y Secretaria General de la Sociedad Argentina de Gerontologí­a y Geriatrí­a (SAGG) enumeró crudamente los siguientes: “los viejos no tienen sexo”, “la persona mayor que habla o quiere sexo es un viejo verde”, “como no tienen erecciones entonces no pueden tener sexo”, etc.
“Tener una vida sexual activa trasciende la genitalidad. El erotismo está presente desde que nacemos hasta que nos morimos. Sonreir, coquetear, dar la mano, dormir abrazados son componentes de la sexualidad que pueden generar mucho placer en las personas”, sostuvo.
“Por supuesto que hay transformaciones físicas”, continuó, “En la mujeres a partir de la menopausia comienza la disminución de los estrógenos, esto puede producir endurecimiento o falta de lubricación vaginal lo que genera dolor en el coito, mientas que los hombres tardan más en excitarse, las erecciones pueden costar o bien se dificulta mantener la rigidez”.
“Ante cualquiera de estas situaciones es fundamental que la persona dialogue por un lado con su pareja, contando qué le pasa, buscando nuevas formas, pidiendo lo que le gusta, y por otro lado, se puede consultar al médico, hay pastillas, cremas, posiciones más o menos convenientes, el tema es no quedarse con la frustración”, sostuvo.
En base a su experiencia en consultorio, Iajnuk señaló que “afortunadamente comenzamos a ver que el paciente consulta más, antes era la mujer con su ginecóloga la que hacía las preguntas de la pareja, hoy los hombres también se animan a plantear sus problemas con mucha naturalidad”.
Otra arista mencionada por la especialista es que “la persona enviudece y sale a conocer nuevas parejas sexuales sin la cultura del uso de preservativo, esto ha conllevado a un aumento de la prevalencia de enfermedades como el VIH en personas mayores de 60 años”.
“Dentro de las instituciones geriátricas, la sexualidad de las personas mayores también se transforma en un problema porque el personal no sabe cómo manejarse”, sostuvo por su parte Margarita Murgieri, quien dirige una institución geriátrica pública en la Ciudad de Buenos Aires que intenta quebrar esos prejuicios a partir de la existencia de “habitaciones para matrimonios o parejas”.
“En estas habitaciones alojamos a parejas que ya vienen conformadas o bien que se formaron dentro de las institución para preservar su intimidad; nosotros entendemos que las residencias geriátricas son espacios para continuar la vida y la sexualidad es una parte de ella”, concluyó Murgieri, vicepresidenta de la SAGG.
El XIII Congreso Argentino de Geriatría y Gerontología es un evento científico que se realizó desde entre el 25 y el 27 de agosto en la Ciudad de Buenos Aires con la presencia de disertantes nacionales e internacionales.
http://www.telam.com.ar/notas/201608/160728-goce-mayor-las-nuevas-formas-de-sexualidad-erotica-que-llegan-con-los-nos.html

3 de febrero de 2019

Características de las ADULTAS mayores en la Argentina

Características de las adultas mayores en Argentina

La feminización de la vejez
Características de las adultas mayores en Argentina
Son el 58% de las personas de 65 años y más. El 44% están casadas o en pareja y el 38% son viudas. El 43,7% dice que su salud es buena; 12%, muy buena. Consumen más tranquilizantes que los varones.
Por Natalia Muñiz
Diario popular, martes 27 de octubre de 2010
El 10,2% de la población del país tiene 65 años y más, sector que está compuesto por el 58,53% de mujeres y el 41,46%, varones. Ellas tienen una esperanza de vida de siete años más que ellos. El 44% están casadas o en pareja y el 38% son viudas. El 59,3% de las adultas mayores considera que su salud es de buena a excelente; sin embargo, entre las personas mayores que tienen dependencia básica, las mujeres duplican a los varones.
Una de las explicaciones de la sobrevida de las mujeres es que tienen más conciencia de la prevención de las enfermedades, concurren más al médico y cumplen con los tratamientos.
Datos de la Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida de Adultos Mayores 2012 (ENCaViAM) realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) con la colaboración de la Dirección Nacional de Políticas para Adultos Mayores (DINAPAM) del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación señalan que respecto a la autopercepción de salud:
El 59,3% de las mujeres de 60 años y más encuestadas considera que su salud es de buena a excelente: el 43,7% buena; 11,8% muy buena; 3,8% excelente. Sin embargo, el 33,5% respondió que su salud es regular, y el 7,2% mala.
En el caso de los varones mayores, el 59,5% dijo que su salud es de buena a excelente: el 40,9% buena; 12,1% muy buena; 6,5% excelente. En tanto, el 34,6% consideró que su salud es regular; y el 6%, mala.
Si bien en estas respuestas no hay diferencias significativas según sexo; sí aparecen en la indicación de medicamentos en el último mes. El 57,1% de las mujeres mayores contestó que le indicaron medicamentos contra el 45% de los varones.
Asimismo se registró que ellas consumen tranquilizantes en una proporción algo mayor que los varones: el 35,5% de las mujeres mayores contra el 23,7% de los hombres.
Respecto si recibieron un diagnóstico de depresión en el último año, se destacó que las mujeres duplican su presencia a los varones: el 10,3% de ellas contra el 5,5% de ellos.
La dependencia
Además se observó que la dependencia para las actividades básicas -desplazarse por sus propios medios en su casa, alimentarse, bañarse o vestirse, entre otras- está feminizada: la presenta el 12,2% de ellas contra el 5,9% de los hombres.
También las mujeres tienen una mayor presencia relativa en la dependencia instrumental -hacer las compras, preparar comidas calientes, hacer las tareas del hogar, viajar en transporte público, manejar el dinero, entre otras-: el 26,5% presenta al menos una de las limitaciones; mientras que de los varones, el 15,7%. La diferencia se amplía con la edad:
* Entre las mujeres de 60 a 74 años, el 16,1% tiene dependencia instrumental; contra el 11,5% de los varones del mismo rango de edad.
* Entre las mujeres de 75 años y más, el 48,8% presenta dependencia instrumental; contra el 28,1% de los varones.
“En las edades más avanzadas las mujeres están claramente sobrerrepresentadas en este indicador, probablemente por su mayor sobrevida”, se explicó en la ENCaViAM.
Estado civil
Acerca de la situación conyugal se detalló que menos de la mitad (el 44%) de las mujeres mayores están casadas o en pareja y el 38% son viudas contra el 73% de los varones que se encuentran casados o en pareja, y el 10,7% que son viudos.
De las mujeres mayores: el 40,1% está casada; el 3,8% en pareja; el 38,6% viuda; el 8,9% divorciada; el 8,5% soltera.
De los varones mayores: el 63,7% está casado; el 9,3% está en pareja; el 10,7%, viudo; el 8,5% divorciado; el 7,8% soltero.
Además se indicó que “el 87,5% de los varones mayores se declara jefe de hogar mientras que las jefaturas femeninas se incrementan significativamente con la edad, posiblemente a causa de la viudez”.
En tanto, por el modelo familiar patriarcal, ellas quedaron relegadas al ámbito doméstico, siendo cuidadoras familiares, teniendo menos posibilidades de seguir una profesión o desarrollarse en un oficio, trabajando en negro y/o cobrando menos que los varones por la misma tarea, habiendo aportado pocos años o ninguno para su jubilación.
Según datos de la Administración Nacional de Seguridad Social (ANSES) solicitados por este diario: el 73% de las personas incorporadas en el primer Plan de Inclusión Previsional son mujeres; y el 83%, en el segundo Plan de Inclusión Previsional.
Visibilizar
Recientemente se realizó el Primer Seminario Internacional sobre Género y Diversidad Sexual en la Vejez, en la Cancillería argentina, donde especialistas nacionales y extranjeros analizaron las desigualdades sociales de las mujeres, la invisibilización de las personas mayores lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI), entre otros temas.
La actividad fue organizada por la DINAPAM y la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Voluntariado y tiempo libre
El 15% de las personas mayores que participaron de Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida de Adultos Mayores presta algún servicio de forma voluntaria o gratuita a una organización, “con una leve sobrerrepresentación de las mujeres”.
Entre las organizaciones se encuentran: iglesias o templos con el 50,9%; centro de jubilados/as, 15,3%; hospital/salita, 10,1%.
Por otra parte, sobre el uso del tiempo libre, las mujeres mayores contestaron:
El 61,1% realiza habitualmente actividades de jardinería, tejido, repostería o similares.
El 61% se encuentra con amigos/as para charlar, tomar café, comer algo juntos/as.
El 24% concurre al cine, teatro, conciertos, museos, entre otros.
El 22% se reúne con otras personas para jugar a las cartas, dominó, burako, entre otros.
Sexualidad
En la Encuesta Nacional de Calidad de Vida de Adultos Mayores (ENCaViAM) se registró que las mujeres de 60 años y más creen menos que sus pares varones en la posibilidad de enamoramiento en la vejez:
El 58,7% de las adultas mayores piensa que es posible enamorarse en esa etapa.
Mientras que el 67,8% de los varones contestó afirmativamente.
Acerca de la actividad sexual entre personas mayores, las mujeres de 60 años y más lo consideraron menos posible que los varones. Sin embargo, las respuestas afirmativas sigue siendo elevadas derrumbando los prejuicios sobre la sexualidad en la vejez:
El 72,8% de las adultas mayores cree en la práctica sexual entre personas mayores.
El 84,4% de los varones respondió afirmativamente.
Trabajo de cuidado no remunerado y redes de ayuda
Una de cada cuatro personas mayores cuida a algún niño del entorno familiar o cercano sin recibir pago, se destacó en los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad de Vida de Adultos Mayores.
El grupo de personas de 60 a 74 años son quienes más participan de ese trabajo no remunerado en un 28% contra un 11% de las personas de 75 años y más. “Son las mujeres las que tienen mayor presencia en este tipo de ayuda”, se remarcó.
En tanto, acerca de quiénes reciben ayuda los adultos y adultas mayores se indicó que “el apoyo prestado por las hijas es más intenso y diversificado que el prestado por los hijos”.
Quedando de esta manera en evidencia un modelo machista familiar, donde las mujeres son quienes efectúan trabajo no remunerado.
Al ser consultados sobre la realización de tareas de cuidado habitual de algún niño del entorno familiar o cercano sin recibir pago, el 27,1% de las adultas mayores y el 17,8% de los varones contestaron afirmativamente.
Se señaló que “los adultos mayores más jóvenes son quienes más participan en esta tarea, con un 28%, contra un 11% entre los de edad más avanzada. Son las mujeres las que tienen mayor presencia en este tipo de ayuda”.
En referencia a la persona que principalmente ayudó al adulto/a mayor en las actividades cotidianas: el 38,2% respondió la hija mujer; el 26,1% el hijo varón; el 22,8% vecina/o, amiga/o, nieta/o; el 5,3% otro/a; el 4,9% hermana/o; el 2,6% nuera; 0,2% yerno.
En tanto, en el Primer Seminario Internacional sobre Género y Diversidad Sexual en la Vejez, la directora nacional de Políticas para Adultos Mayores, Mónica Roqué, señaló que las mujeres “han sido un subgrupo vulnerado a lo largo de toda la vida y esto se potencia en la vejez”.
Asimismo manifestó: “Quisimos visibilizar estos temas, que se vean porque existen, ponerlos en agenda”.

Los desafios de una nueva minoria

Los desafíos de la nueva minoría

Aunque el mundo tech está inundado por millennials, los adultos mayores también programan. La importancia de la diversidad etaria en los equipos es clave para el éxito de los productos y el entendimiento de los usuarios. Si bien
aportan experiencia, en ocasiones sufren discriminación o prejuicios.
Por AXEL AMARAZZI – 15 de Enero 2019
InfoTechnology

Si alguien pidiera imaginar las oficinas de una compañía de tecnología promedio y contár qué es lo que aparece en la mente, lo más probable es que la mayoría responda algo similar: espacios abiertos y compartidos estilo Google repletos de jóvenes, en su mayoría millennials, con Macbooks bajo el brazo. Casi nadie, seguro, se habrá imaginado a una persona de más de 60 años que programe y trabaje codo a codo con esos chicos.
Una encuesta realizada por Sysarmy, el colectivo de administradores de sistemas más grande del país, reveló que solo el 1,7% de los trabajadores relacionados al mundo de la tecnología supera los 50 años. Un porcentaje que se reduce notablemente si se eleva ese número una década más. Y no queda ahí. Otro informe realizado en los Estados Unidos por el sitio de búsqueda de empleo Indeed mostró que un 43% de los encuestados admitió tener miedo de perder su trabajo por estar envejeciendo.
Pero si bien en la Argentina hay pocos programadores cercanos a la edad jubilatoria, no significa que no haya. Alejandro Massuh, que tiene 60 años recién cumplidos, empezó a estudiar análisis de sistemas cuando era solo un adolescente y las PC ni siquiera existían. Es por esto que lo aprendido en ese momento lo que le sirve hoy es solo lo conceptual: la lógica, el análisis o el diseño de flujo, por ejemplo. Massuh empezó en Aerolíneas Argentinas y pasó de ser instructor de los sistemas de aeropuertos a trabajar en un proyecto que, si bien en la actualidad es algo cotidiano, en ese momento fue innovador: que el ticket fuera impreso a través de una computadora en vez de hacerse a mano. De esta forma fue como se dio cuenta de que quería aprender a programar.
Hoy pasó del mundo del código al mundo del QA (Quality Assurance en inglés) en intive-FDV, una empresa global de desarrollo de software a medida. Lo que hace es evaluar las distintas etapas del proceso de creación del producto para garantizarle al cliente que el resultado final sea de calidad. “Toco poco código ya, pero cada tanto sigo haciéndolo”, cuenta en conversación con El Cronista.
Pero si bien él estudió una carrera completamente diferente a la que se estudia actualmente y tuvo que adaptarse, la realidad es que ya tenía varias de las herramientas que necesitaba para convertirse en un desarrollador. ¿Es posible para una persona mayor que creció y se desarrolló laboralmente en un mundo externo al tecnológico entrar a él? Para Massuh sí. Pero es solo una cuestión de actitud.
Como Massuh, Sebastián Campanario, economista y autor que está escribiendo un libro en relación a esta temática, considera que a cualquier edad alguien puede reinventarse, cambiar el foco de su trabajo y meterse en una industria que muchos consideran relacionada a la juventud extrema pero que en realidad no tiene nada que ver con eso: “La creatividad es unir puntas. Cuanta más experiencia tiene uno más puntas tenés para unir. Es completamente falso que la creatividad o frescura esté vinculada a los millennials, a personas de 20 o 30 años”.
“Hay que ver cuán dispuesto está uno a aceptar cambios. Si tenés la intención de enfrentarlo como un desafío y no le tenés miedo yo creo que se puede”, comenta Massuh. “Inclusive en esta profesión hay determinadas áreas donde podés hacer cosas sin tener conocimiento de código y programación”, agrega. Muchas personas empiezan testeando los productos, se dan cuenta de que les gustaría crearlos y empiezan a aprender.
Germán Arduino tiene 55 años y es un emprendedor que pasó por varias empresas de tecnología que van desde el desarrollo de software en pequeñas Pyme hasta seguridad informática en grandes corporaciones. El coincide con lo que dice tanto Massuh como Campanario: “Creo que aquella frase que la programación es sólo para jóvenes y que el paso de los años limita las facultades para hacerlo es un mito. Lo que importa es lo que uno quiera hacer, las ganas y pasión con que uno lo haga”, argumenta.
Al fenómeno de la discriminación por edad se lo llama en inglés “ageism”. Esto puede verse desde hace décadas: a medida que las personas envejecen son cada vez menos tenidas en cuenta para potenciales trabajos si se compara con alguien más joven, incluso cuando eso implique menos experiencia. Para darse cuenta de esto alcanza con ver el promedio de edad en algunas compañías líderes: en Facebook es de 28, en Linkedin de 29, en Google de 30, en Apple 31 y en Microsoft de 33.
Lo explica a la perfección la autora estadounidense Ashton Applewhite en su libro This Chair Rocks (2016), donde habla sobre las distintas formas en que se excluye por su edad a las personas: “No es amar a un hombre lo que le hace la vida más difícil a los hombres homosexuales, sino la homofobia. No es el color de su piel lo que le hace la vida difícil a las personas de color, sino el racismo. No es tener vagina lo que le hace la vida difícil a las mujeres, sino el sexismo. Y es la discriminación por edad, y no el mero paso del tiempo, lo que nos hace la vida más difícil a todos nosotros”.
Pero la realidad que Applewhite describe en su libro es muy diferente a la que se vive en la Argentina. En los Estados Unidos el movimiento contra la discriminación por edad está en crecimiento mientras que en nuestro país todavía muy pocos están preocupándose por eso. Campanario explica que en la Argentina este movimiento es mucho más incipiente: “En el país más del 50% de los avisos clasificados de trabajo discriminan a personas de más de 50 años. Directamente piden a gente más joven. Esto se debe, entre otras cosas, a que la gente más joven suele aceptar salarios más bajos”.
Hay algo muy relevante a tener en cuenta: el avance de la medicina. A medida que se realizan grandes avances en lo que respecta a la salud hay cada vez más personas que están en la plenitud de su carrera a los 50, 60 o 70 años. El problema es que hay “un gap de 20 o 30 años con el cual nadie sabe bien qué hacer”, asegura el economista. “Ni las empresas, ni el Estado, ni las organizaciones, ni la sociedad, ni el marketing, ni la publicidad tiene en cuenta ese rango etario. Ahí hay tanto una oportunidad como un desafío. Una oportunidad comercial y un desafío de políticas públicas que siempre estuvieron centradas en los más chicos y en los jubilados, pero no a personas de 45 o 50 años”, agrega.
Para Massuh el prejuicio no llega desde sus compañeros de trabajo o de las empresas que no contratan, sino algunas veces desde los clientes. “En ocasiones hablás con un cliente y te sobrecalifican por la edad. Te dicen que quieren algo más sencillo, pero están escondiendo que no quieren un jovato y te lo dicen de esa manera. Te la disfrazan un poco”, comenta.
Arduino explica que si bien hay lugar para personas más grandes que se dedican a la programación -de hecho asegura conocer muchas personas que lograron mantenerse actualizadas y activas- considera necesario reconocer que no se trata de algo usual o frecuente: “Tengo la sensación que mucha gente del rubro prefiere, en algún momento, dejar de programar para pasar a funciones más de management que, coincidentemente, son mejor remuneradas”.
El tema es que esto va en contra de la innovación y se parece más al mundo de las viejas y convencionales compañías del siglo 20 que a la vanguardia que ostentan las de Silicon Valley. Lo que hace falta en el mundo tecnológico, como sucede en todos los ámbitos, es diversidad: no solo étnica, de género u orientación sexual sino también generacional. Sin esto es implausible lograr entender a los potenciales usuarios que están en el mercado.
Hay cosas que se pueden hacer para empezar a aminorar el tema de la discriminación y estigmatización etaria. Hay países que se dieron cuenta del problema que están enfrentando sus mayores y decidieron regular y legislar. En algunos, por ejemplo, no se puede poner un límite de edad de contratación como pasa en la mitad de los casos en la Argentina y en empresas hay programas de reverse mentorship en los que empleados jóvenes mentorean a los más adultos.
Philip Guo, creador de la web que enseña a programar Python Tutor, realizó una encuesta en su plataforma donde le hizo una serie de preguntas a sus usuarios más grandes. En promedio la edad de las personas que respondieron fue de 66,5 años y el resultado reveló algunos datos muy interesantes en relación a los motivos que llevan a la gente mayor que nunca se dedicó a la programación a aprender a hacerlo. Algunos dijeron que empezaron para compensar las oportunidades perdidas durante su juventud, otros para darle desafíos a sus cerebros y así mantenerse frescos y certeros y otros porque fueron motivados por nietos o bisnietos.
“Para contrarrestar estas tendencias es vital que los mayores tengan igual acceso a la informática de alta calidad y a la educación en programación a lo largo de sus vidas”, sobre todo cuando vemos que cada vez las personas vivirán más y mejor gracias al avance en salud, explicó Guo en la investigación.
Las Organización de las Naciones Unidas estiman que para 2030 el 25% de los estadounidenses y europeos y el 16% del resto del mundo va a tener más de 60 años. Teniendo en cuenta esto, sin lugar a dudas, la lucha contra la discriminación por edad llegará en los próximos años. Con los Estados Unidos y países de Europa a la cabeza, poco a poco esta lucha irá desplegándose por el mundo. “Creo que con la discriminación etaria va a pasar lo que pasó con la equidad de género en estos últimos años. Todavía estamos en una etapa muy incipiente, pero de a poco se va a tomar consciencia de la cantidad de barbaridades que se dicen que tienen que ver con personas mayores que la sociedad todavía tolera”, aseguró Campanario.
¿Dónde se puede aprender a programar?
Si bien para algunas personas mayores descargar una aplicación, navegar por la web o aprender a usar WhatsApp ya es un hito en sí mismo, a otros la tecnología se les da como algo natural y usan YouTube para aprender a realizar tareas o redes sociales para comunicarse como cualquier millennial o centennial.
Si una persona siente que aprender a programar podría un nuevo camino, hay muchos sitios creados a medida para poder hacerlo online y sin gastar un centavo. Son plataformas que arrancan desde cero y te permiten avanzar a medida que el usuario supera desafíos.
Hay dos sitios que son los más famosos e importantes del mundo que permiten dar los primeros pasos en “codeo”, como dicen ellos. Uno de ellos es Codecademy y otro freeCodeCamp.
Codecademy tiene la ventaja de funcionar en varios idiomas, entre ellos el español. Además, hay diferentes lenguajes de programación con los que se puede arrancar. Desde algunos muy simples hasta otros un poco más complejos. El éxito de la plataforma es abrumador. No por nada tienen más de 45 millones de usuarios en todo el mundo. Si bien todo lo básico (HTML, Python, CSS) es sin cargo, tiene una versión Premium, de u$s 20 por mes, que incluye certificación, feedback de expertos y otros cursos como Machine Learning y crear para la web con API.
freeCodeCamp es un producto que empieza desde lo más simple y va hacia lo más complejo, pero siempre relacionado a lo que tiene que ver con la creación de sitios web. Arranca con HTML, CSS y JavaScript, que son los lenguajes utilizados para crear páginas, pero permite expandirse más tarde a otras disciplinas Node, React, D3 y bases de datos. Lo malo es que está solo en inglés pero, como contrapartida, es totalmente gratuito.
https://www.infotechnology.com/negocios/Los-desafios-de-la-nueva-minoria-20190114-0012.html

Un nuevo desafio en el mundo laboral



trabajar hasta los 80

Entre tantas creencias que teníamos como ciertas, hay una que se desvanece a gran velocidad: la idea de que nos vamos a retirar del mercado a los 60 o 65 años. A partir de esta nueva realidad, la gran pregunta que nos tendríamos que hacer es: ¿por cuánto tiempo vamos a trabajar? Y la respuesta es: por lo menos, hasta los 80.
Gabriela Hostnik
La Nación
3.2.2019
Es que se está viviendo una profunda transición y una constante evolución jamás antes vistas. En el libro Vivir hasta los 100 años, Lynda Gratton y Andrew Scott nos invitan a dejar de pensar en el retiro profesional entre los 55 y 65 años, en tiempos en los que a partir de esa edad todavía queda mucha vida útil.
Lo que debemos hacer es pensar una larga vida como una oportunidad para la reestructuración de las carreras profesionales, las finanzas, las relaciones, el ocio y el bienestar. En otras palabras, tendremos que rediseñar la vida. Muchas veces, cuando se habla de estos temas, la respuesta es que no nos prepararon para esto o que nos gustaría que todo siguiera como hasta ahora.
La realidad es que estamos viviendo la mayor transformación de la historia a un ritmo muy acelerado. Y no hay vuelta atrás: la invitación es a evolucionar.
La prolongación de las etapas laborales es un hecho y el pasar por distintas fases (de vida corporativa, de emprendedurismo o de profesional independiente, entre otras) ya es un hecho. Lo que hasta hace unos años era recorrer un camino lineal, es una invitación a estar abiertos a pensar de manera orgánica, a ser flexibles y a transitar distintos roles y modalidades de trabajo.
Ahora bien, ¿cuáles son los aspectos que deberíamos repensar? 1) Entrenamiento y aprendizaje constantes; 2) buscar un propósito y hacer que lo que hagamos tenga un sentido, elegir experiencias que nos enriquezcan y nos transformen, cuidar la salud física y el bienestar; 3) pensar las finanzas a largo plazo; 4) velar por el balance entre vida y trabajo; 5) ampliar y diversificar la red de contactos, pensar cómo podemos aportar en la sociedad y formar parte de un esquema más colaborativo, y 6) adoptar un mindset de crecimiento, es decir, una apertura a nuevas formas de pensar y de ver la realidad que implique estar abiertos al aprendizaje durante toda nuestra vida.
Por supuesto que, el hecho de que crezca la expectativa de vida, además de impulsar el rediseño de la vida de las personas, obliga a pensar de qué manera van a repensar sus planes educativos las distintas instituciones, cómo se van a preparar las empresas para incluir a la población de adultos y cómo van a trabajar en el entrenamiento constante de las habilidades y el conocimiento de sus colaboradores. Además, ¿cómo se va a involucrar el Estado en esta temática que nos engloba e involucra a todos?
Lo importante es que recordemos que la vida es una sucesión de momentos y depende de nosotros la forma en que la transitemos, porque realmente no hay una fecha límite para lograr las cosas. Por eso, es importante enfocarnos en el progreso y seguir dando pasos en el camino sin olvidarnos de disfrutar del recorrido.
Este nuevo paradigma nos iguala a todos, ya que a todos nos llegó la transformación y vamos a tener que aprender, desaprender y reaprender a lo largo de nuestra vida de manera constante. Por eso, hoy todas las personas tendrían que pensar su reinvención profesional.
Por último, la propuesta sería hacernos estas preguntas, ¿cómo vamos a elegir vivir esta evolución constante? ¿Qué acciones y creencias estamos dispuestos a incorporar? ¿Cómo estamos pensando nuestra empleablidad, nuestro progreso y nuestra transformación?
https://www.lanacion.com.ar/2216686-un-nuevo-desafio-en-el-mundo-laboral-prepararse-para-trabajar-hasta-los-80