15 de mayo de 2016

ESPEJOS DE NUESTRA PROPIA VEJEZ


ESPEJOS DE NUESTRA PROPIA VEJEZ

Graciela-Zarebski.jpgLa posibilidad de seguir teniendo un espíritu joven (que no significa imitar a los jóvenes sino seguir activo y con proyectos) implica dos opciones.

Dra Graciela Zarebski 
PSICOLOGA.
DIRECTORA POSGRADO PSICOGERONTOLOGIA, UNIV. MAIMONIDES
Clarín
01.03.2005


Una —la peor— es no reconocer que la vida tiene un límite, de lo cual nos va mandando avisos gradualmente (en el mejor de los casos). Ese es un mérito de arrugas y de canas. Cuando estos pequeños mensajes suscitan horror y la vida se va convirtiendo en una batalla contra el mensajero, entonces, desde la no aceptación, toda búsqueda de transformación estará marcada por el autoengaño.

La otra opción, que implica aceptar la discordancia entre portar un espíritu joven y reconocer que el cuerpo envejece, no es desentenderse de los avatares de este cuerpo.

Por el contrario, consiste en un trabajo cotidiano de cuidado para que acompañe del mejor modo posible los proyectos en que nos embarquemos hasta el fin de nuestros días. Se trata de trabajar para conciliar cuerpo y alma, soportando "imperfecciones".

En este sentido, es auspicioso —como informó Clarín pocos días atrás— que un grupo de científicos proponga un espejo para anticipar la propia vejez. Está en la línea de prepararse a tiempo, aunque padece de ciertas fallas.

Más allá de lo costoso y sofisticado que el experimento resulte, serán pocos los dispuestos a enfrentarse a una experiencia que puede llegar a ser vivida como siniestra. Y esto es porque elude la complejidad del fenómeno.

El hecho de que se trabaje sólo con la imagen delata la simplificación del problema: cómo evitar apariencias indeseables a través de cambios en la dieta, en la actividad física y en los hábitos. No se incluyen otros aspectos que incidirán en un destino saludable y que repercutirán en el aspecto físico: ¿cómo responderé a las pérdidas y a los cambios en mi familia? ¿Cuál es mi grado de flexibilidad ante los cambios en general? ¿En qué apoyo mi vida? ¿Qué posición adopto frente a las limitaciones?

El paso del tiempo pone en jaque la identidad al cuestionarla en todos sus órdenes. Frente a esto, hay dos caminos posibles: reforzar la máscara, fijarla cada vez con más ahínco y adherirse a una imagen única prefabricada, o jugar con el cambio, diversificar los apoyos y buscar la eternidad por otros caminos menos efímeros. 

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Marzo 1, 2005 09:13 AM 

12 de febrero de 2016

EL FIN DE LOS MITOS SOBRE LA VEJEZ

El fin de los mitos sobre la vejez

Guardado en: Artículos • Publicado el 04/02/2016 • 3 comentarios
Las primeras décadas del siglo XXI nos aportan muchos cambios y uno de ellos es la manera con que empezamos a mirar a nuestros mayores. Lenta pero inexorablemente van cayendo los mitos sobre los adultos mayores. Los estereotipos y visiones sesgadas sobre la edad avanzada van diluyéndose a medida que comprobamos cómo lo que parecía una verdad que todos aceptaban, ahora se demuestra una falsedad.
collageLos mitos que aun perviven sobre la vejez se basan en medias verdades y en datos que son falsos o han cambiado en las últimas décadas. Unos estereotipos que aún encontramos en los medios y en cierta literatura sobre el envejecimiento y que son desviaciones o información equivocada sobre el proceso de envejecer.
Los mitos que aún prevalecen perpetuan imagenes falsas del hecho de tener una edad avanzada y dificultan la labor educativa de la gerontología. Las ideas centrales que sustentan estos mitos sobre la edad evocan estas percepciones generales del hecho de ser anciano:
* Mala salud, enfermedad, discapacidad
* Falta de agudeza mental, fallos de memoria y senilidad
* Tristeza, depresión, soledad.
* Se vuelven gruñones
* Falta de sexo, aburrimiento.
* Todos son iguales
* Falta de vitalidad, pérdida de vigor, declive inevitable
* Incapacidad para aprender o cambiar.
* Son improductivos.
Todas estas percepciones no se basan en una realidad actual y contrastada. En todo caso pudieron tener una justificación en el siglo pasado, en determinados lugares muy concretos o, en el peor de los casos, solo afectan a una minoría que no supera el 15% de los adultos mayores.
Estos estereotipos impiden que las personas de edad avanzada participen plenamente en actividades sociales, politicas, económicas, culturales, espirituales y cívicas. Cabe preguntarse ¿dónde podemos encontrar las verdades sobre el envejecimiento y cómo poner al descubierto los mitos y mentiras que se airean sobre las personas de más de 65 años?

EDUCACIÓN GERONTOLÓGICA

La gerontología, esa especialidad de momento poco apreciada y me temo que aun con pocas salidas profesionales para quienes quieren cursar esa carrera, es la disciplina que estudia la vejez y todos aquellos fenómenos que la caracterizan, con un doble objetivo: prolongar la vida saludable y mejorar la calidad de esa vida en todos los aspectos posibles.
Así pues, nada mejor que recurrir a quienes destacan por su profesionalidad y experiencia en gerontología para desmontar mitos y encontrar verdades sobre las personas que pasamos de los 65 años, como el Dr. Ricardo Moragas. De su libro “Gerontología social” estraigo las siguientes frases:
“Hay que luchar contra la idea de que el viejo es funcionalmente limitado….La mayoría de la población anciana no se halla impedida”
“Las barreras a la funcionalidad de los ancianos son con frecuencia, fruto de las deformaciones y mitos sobre la vejez más que reflejo de deficiencias reales”
“La ancianidad no comienza a una edad cronológica uniforme, considerar anciano a toda persona de más de 65 años tiene una explicación arbitraria y poco racional”.
“Los 65 años constituyen una edad en la que se puede desempeñar perfectamente un trabajo”
“Las limitaciones psíquicas de los ancianos se han reflejado tradicionalmente en etiquetas poco demostradas científicamente y basadas en el prejuicio. La pérdida global de la memoria, por ejemplo, no es mucho mayor que a otras edades y la inteligencia no solo no disminuye, sino que puede aumentar”
“Aparece en la opinión pública la creencia de que ancianidad supone necesariamente enfermedad, cuando las estadísticas sanitarias señalan precisamente que la mayoría de ancianos están sanos”
Podemos seguir con la mente en el siglo XX creyendo que llegar a los 65 años es una tragedia o bien admitir que en el siglo XXI con 65 cumplidos podemos seguir activos, sanos, siendo más libres y más felices.elderly-people

DIFERENCIAS ENTRE MITO Y REALIDAD

Para tener otra visión, aunque coincidente, tomemos las afirmaciones del experto en psicología Dr. Simon Tan, especialista en alteraciones neurológicas del Departamento de Geriatría de la Universidad Stanford:
Mito:   Todas los adultos mayores son iguales
Realidad: Hay más variedad entre las personas mayores que en ningún otro grupo de edad.
Mito: Las necesidades básicas de los adultos mayores son distintas de las de la gente más jóven.
Realidad:  Las necesidades humanas no cambian al envejecer.
Mito: Más del 50% de los mayores padecen senilidad (pierden memoria, se desorientan y tienen conductas extrañas)
Realidad:  El 80% de los adultos mayores están lo bastante sanos para realizar sus actividades habituales.
Mito: Los adultos mayores tienen actitudes muy rígidas.
Realidad: Existe la creencia de que los mayores son incapaces de adaptarse a las nuevas tecnologías, pero hay más de un 41 % de personas mayores de 65 años que utilizan Internet.
Mito: Al envejecer a menudo se paraliza la capacidad de aprender.
Realidad: Los patrones de aprendizaje pueden variar y la velocidad de aprender puede disminuir, pero la capacidad básica de aprender persiste.
Mito: Olvidar cosas probablemente indica el comienzo de la demencia.
Realidad: La pérdida de memoria puede estar causada por la medicación o por la depresión.
Mito: Todos al llegar a ancianos padecen demencia.
Realidad: Solo entre el 6% y el 8% de las personas mayores de 65 años sufren demencia y solo un tercio de los mayores de 85 muestran algún síntoma de demencia.
Mito: Todos los adultos mayores se deprimen.
Realidad: La mayoría de los adultos mayores no están deprimidos. La depresión no es parte intrínseca del envejecimiento. La edad por si sola no es un factor de riesgo para la depresión.
Mito: La depresión en la edad avanzada es más duradera y difícil de tratar que en las personas más jóvenes.
Realidad: El curso de la depresión en los mayores es idéntica a la de los jóvenes. La respuesta al tratamiento de la depresión se presenta tan positiva en los mayores como en otros tramos de edad.
Construyendo mitos
William Shakespeare transformó mitos memorables y cuentos legendarios en personajes de carne y hueso y en conceptos que continuan conformando nuestra visión sobre la condición humana. Quizá la imagen que más perdura es la frase citada a menudo “Sin dientes, sin ojos, sin paladar, sin nada…” (Shakespeare, Seven Ages of Man, As you Like it, II) y el hecho es que los estudios contemporaneos sobre el envejecimiento se ven aún influidos por el rico lenguaje metafórico del autor inglés. Por otra parte, encontramos esos mitos en nuestros chistes y conversaciones, a pesar de que el conocimiento y la envidencia actual demuestren lo contrario.
Lamentablemente estos mitos y estereotipos afectan negativamente a las personas de edad avanzada, cuyas expectativas y percepciones se ven condicionadas por esas falsedades e información sesgada hasta el punto de que se pueden llegar a convertir en profecías autocumplidas.
La aparición de mitos y estereotipos sobre las personas de edad avanzada es algo que tiene que ver con lo que generalmente hacemos muy bien, que es etiquetar y agrupar a las personas por categorías, como explica Stephen Pinker en su libro How the mind works (1997): “la gente pone las cosas y las personas en cajitas mentales, dan un nombre a cada cajita y a continuación tratan todo lo que hay dentro por igual”(p. 306).
Es indudable que mantener ciertos mitos y estereotipos negativos sobre el envejecimiento es simplemente un problema de etiquetado irreal. Tomemos, por ejemplo, los atributos negativos sobre las personas mayores, perpetuado por una visión teórica y programática que etiqueta el envejecimiento de la población como un problema social y a los ancianos como frágiles, enfermos y dependientes. Con ese planteamiento es facil considerar el envejecimiento de la población como una amenaza más que como uno de los mayores logros de la civilización. Estas son actitudes que aparecen como consecuencia del miedo de las generaciones jóvenes a su propio envejecimiento y su rechazo a confrontar los desafíos en el plano económico social que aparecen con el aumento de la población de mayor edad.

DESPUÉS DEL SEXISMO Y EL RACISMO, AHORA EL “VIEJISMO”

Son necesarios los esfuerzos por destruir estos mitos a un nivel interdisciplinar, actualizando nuestra percepción sobre la realidad del proceso de envejecer y descartando como anticuados y falsos los estereotipos que pretenden distinguir a los mayores como un grupo humano separado y quizá debemos hacerlo con la misma intensidad con que hemos luchado contra el sexismo y el racismo. Si hemos vencido la esclavitud, el sexismo y el racismo, por lo menos en lo conceptual, no hay razón para dudar que venceremos el “viejismo” y desmontaremos los mitos sobre una vejez enfermiza y frágil.
Como indica la Organización Mundial de la Salud, no es la edad lo que pone límites a la salud y a la participación activa de la gente mayor. Más bien son las falsedades, la discriminación y el abuso de los individuos y de la sociedad, lo que evita un envejecimiento activo y digno.
Las metáforas culturales y el lenguaje de las categorías, conceptos y estereotipos que sustentan el rechazo a la vejez, merecen toda nuestra atención en la gerontología educacional.

10 de febrero de 2016

DE QUE NOS REIMOS/?

¿De qué nos reímos?

 

Facundo Manes

Grandes pensadores de la antigüedad como Aristóteles consideraron que sólo los seres humanos reíamos, pero la ciencia ha demostrado a lo largo del tiempo que la risa se halla también en diferentes mamíferos (desde los roedores hasta los gorilas). Aunque existen condiciones neurológicas (por ejemplo, la epilepsia) y lesiones cerebrales específicas que pueden causar risa patológica, en general se la asocia con un vínculo emocional y es una señal muy importante de interacción social positiva.

Somos 30 veces más propensos a reír si estamos con alguien que si estamos solos. Cuando nos reímos con otros accedemos a un sistema evolutivo de los mamíferos muy antiguo que ayuda a mantener vínculos sociales y a regular emociones. La reacción que se genera al percibir un inesperado error en el procesamiento de la información no es ni más ni menos que la definición cognitiva del humor. La ciencia da cuenta de que esto es lo que sucede cuando algo nos provoca gracia. El cerebro intenta todo el tiempo anticipar las situaciones, calcula por dónde va a pasar un auto al cruzar la calle, lo que va a decir la persona con la que conversamos o cómo va a moverse el jugador del equipo oponente en un partido.

 Las bromas juegan con lo imprevisto: plantean un escenario determinado que conduce a una conclusión tramposa que va a ser rechazada en el remate. Entonces el cerebro cae en esa "trampa", pero rápidamente advierte cierta incongruencia. Darse cuenta de que las expectativas que teníamos eran equivocadas desata sorpresa y, luego, la risa. Se ha demostrado que la corteza frontal tiene un rol clave en este proceso junto con otras áreas cerebrales también relacionadas con la cognición social. Entre sus principales funciones se ocupa de incorporar y relacionar la información proveniente de nuestros sentidos y de funciones ejecutivas complejas como la planificación, el pensamiento abstracto, la toma de decisiones y la flexibilidad cognitiva.

Hoy sabemos que el humor, que es considerado un evento cognitivo, ha sido un mecanismo evolutivo. Como libera dopamina, serotonina y endorfinas en el cerebro genera placer, mejora nuestro estado de ánimo y reduce el estrés. También entrena al sistema cognitivo en el procesamiento de información ambigua. El mundo en el que abundan los datos ambiguos e incompletos incentiva la posibilidad de que ocurran errores y detectarlos. Un mundo que nos hace reír. </strike>